El 12 de mayo de 1935 IDEAL se hizo eco de la muerte de la borriquilla que Andrés Manjón conducía diariamente camino de las Escuelas del Sacromonte. La conocían como ‘la Morena’, tenía treinta y cinco años y sobrevivió en más de once al padre que tantas veces llevó sobre su lomo. Los setecientos niños inscritos en las escuelas del Ave María del barrio le organizaron un pequeño entierro.
Cuando fundó las escuelas, Andrés Manjón adquirió el animal para que le ayudara en sus desplazamientos. Cuenta IDEAL que los días de cobro de sus «haberes como catedrático de la Universidad, don Andrés empleaba buena parte de su paga en alpargatas, baberillos, dulces y hasta juguetes, todo lo cual cargaba sobre su asnilla y lo llevaba a los queridos niños. Esto y el carácter manso y noble le granjearon la simpatía de los pequeñuelos, que en ella se paseaban por la huerta del colegio y con ella jugaban».
Una historia dice que en cierta ocasión venía un matrimonio de Madrid en el mismo vagón de tren en el que viajaba el Padre Manjón. Era la primera vez que la pareja venía a la ciudad y al enterarse de que el sacerdote era granadino entablaron conversación con él sobre los lugares que querían visitar. Entonces surgió el tema de las Escuelas del Ave María. La señora se deshizo en elogios hacia la figura del fundador, del que dijo que consideraba como un santo y que uno de sus deseos era llevarse un retrato suyo para que su imagen santificara su casa. La mujer no sabía que estaba ante el fundador de la obra del Ave María, al que reconoció unos días más tarde cuando visitaron el centro. La dama insistió en hacer una foto y el sacerdote, con la ironía que le caracterizaba, le entregó una imagen suya a lomos de su borriquilla. Al pie del retrato escribió la dedicatoria: «A tal santo, tal peana»
A la muerte de Manjón, la borriquita fue utilizada por el que luego sería obispo de Guadix, Manuel Medina Olmos y por el obispo de Almería Diego Ventaja.