Antes que educar, la República se vio obligada a dar de comer a sus niños. En los primeros años de la década de los treinta cobraron fuerza la creación de colonias escolares, roperos y cantinas. El Ayuntamiento de Granada fundó la Cantinas Escolares en el año 1914 con objeto de repartir comidas gratuitas entre los niños pobres que asistían a las Escuelas Nacionales y del Ave María. La institución benéfica pasó por unos años de inestabilidad hasta que, a partir del año 31 comienzan a funcionar con regularidad. En la capital, la comida que se servía en los comedores escolares se elaboraba en la ‘Cocina Económica’ regentada por las Mercedarias, que cocinaban las raciones a un precio de treinta y cinco céntimos. Se hacían a base de potaje de garbanzos, habichuelas y lentejas con trozos de chorizo o tocino. Dos veces a la semana se servía cocido, «pues la experiencia ha demostrado que los potajes agradan mucho más a los escolares», contaba IDEAL en un artículo sobre las Cantinas publicado el 18 de diciembre de 1934. En aquel año se servían comida en 25 escuelas. Eran 922 raciones, aunque comían unos 1.400 niños. Montejícar, Víznar o Güéjar fueron algunos de los municipios en los que comenzó a funcionar un comedor en aquel frío mes de diciembre de hace 80 años.
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Un día de clase
El archivo de IDEAL esconde algunos tesoros. Esta imagen es uno de ellos y ha visto la luz tras sesenta años escondida en un cajón. La fotografía, que no llegó a publicarse en IDEAL, es del 26 de septiembre de 1952 y reproduce un ensayo de la Escolanía de la Virgen de las Angustias en una de las aulas del colegio que lleva su nombre. Monseñor José Fernández Arcoya, párroco de la Virgen de las Angustias, observa atento el trabajo del coro desde el atril reservado al maestro mientras el profesor de música, José Castaños Nicolás, toca el piano rodeado de los chavales elegidos para cantar en los cultos litúrgicos de la basílica.
Fernández Arcoya creó la Escuela, origen del Colegio ‘Escolanía Virgen de las Angustias’ que hay junto a la basílica, en 1948, para solucionar el problema de escolarización que había en el barrio de la Virgen. En la entrevista que el párroco concedió a IDEAL en aquella víspera del día grande de la patrona de 1952, aseguraba que la academia para los niños cantores era una de sus grandes preocupaciones. Tras cuatro años de trabajo, se vivía una reorganización, ya que varios “cuenta con doce cantores, decía el párroco, dedicados a dar mayor realce a los cultos de la Virgen. José Castaños se esfuerza en conseguir un coro de treinta niños y formar una verdadera escolanía que no solamente prestaría servicio a la basílica, sino a cuantos sitios fuese llamada, con ventajas económicas para los niños que la forman. Con el fin de que estos niños no abandonen la escolanía, cuando quieran dedicarse a los estudios de Bachillerato, como ocurre –poco antes se marcharon siete niños a estudiar- tengo el propósito de crear una especie de academia donde puedan preparar los tres primeros años del Bachillerato, aunque tenga que examinarse en el Instituto”.
Los niños de la Escolanía recibían instrucción en la escuela parroquial creada para tal fin, al frente de la cual estaba el maestro nacional José Pallarés Núñez. En aquel año, 35 niños estudiaban en el centro. Estos niños recibían educación y se les facilitaba el material escolar necesario para sus estudios. Tenían constituida una mutualidad escolar con 2.250 pesetas.
El sueño de crear esa academia, no se cumplió e incluso poco antes de jubilarse Fernández Arcoyas, tras cincuenta y seis años al servicio de la basílica, reconoció que la espinita que tenía clavada era el cumplir con este proyecto, una casa de estudios para la escolanía, donde a la par que los niños estudien música, hicieran sus estudios de bachiller en régimen de internado. Además, reconoció el 25 de septiembre de 1960, su ilusión era instalar un carrillón cuyas campanas cantaran o tocaran el Ave María cada hora.