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El incendio de la iglesia de San Cecilio

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Hace poco más de 45 años que ocurrió. Los niños de San Ildefonso habían cantado el ‘gordo’, que aquel año pasó de puntillas por Granada, y la ciudad se preparaba para celebrar la Navidad. En la Iglesia de San Cecilio en el Realejo, los padres Claretianos habían decorado su parroquia con un pequeño belén que colocaron en la capilla de la Virgen de la Salud junto a una guirnalda de luces intermitentes que provocaría una catástrofe. A las dos y media de la tarde del 22 de diciembre de 1969, la iglesia comenzó a arder. A pesar de la rápida intervención de los sacerdotes que estaban en el templo a la hora del suceso y la urgencia con la que actuaron los bomberos, que entonces tenían parque en la calle Parra Alta, el fuego se extendió rápidamente por el artesonado, retablo y altares destruyéndolo por completo.

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La iglesia, que había sido remozada y ‘modernizada’ unos años antes (se habían cambiado bancos e instalado calefacción), se quedó prácticamente en los muros. Su interior amaneció destrozado por las llamas. Quedaron negras sus capillas y sus paredes. En uno de los más evocadores rincones de Granada, el fuego desmanteló una iglesia. «Se destruyó el artesonado, sufrieron las pinturas que colgaban de las paredes y las esculturas se conservaron gracias a que el bulto redondo es más fácil de transportar y la colaboración de vecinos, cofrades y los propios religiosos hizo que se salvara mucho patrimonio», comenta el historiador del arte Emilio Caro, que conoce bien la historia de la parroquia y su patrimonio. Se salvó el Santísimo y el archivo que data de 1518. Se sacaron los bancos para facilitar las idas y venidas por las naves y se protegieron las imágenes. La del primitivo Cristo de los Favores, pequeña pero de incalculable valor, que hoy ocupa un espacio junto al altar mayor, perdió su policromía. La talla del patrón San Cecilio, que se encontraba en un espacio de complicado acceso en la parte alta el altar mayor, no pudo sacarse del templo y casi un milagro lo libró del fuego. La Virgen de Belén, de Alonso de Mena, originaria del convento de la Merced, vio también deslucida su policromía. Las titulares de la hermandad de los Favores mostraban algunos signos de la exposición al calor, pero estaban a salvo.

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No ocurrió lo mismo con el artesonado mudéjar y las pinturas. No había un inventario de los bienes que acogía el templo, pero más o menos se sabía lo que estaba colgado. El fuego destruyó el retablo decorado con pasajes de la vida de San Cecilio obra de Pedro de Raxis, un cuadro del Cristo de la Columna firmado por José Risueño y otras obras procedentes del convento de los Mártires. A las cinco de la tarde el fuego ya estaba controlado. El arroyo que había formado el agua utilizada para su extinción corría cuesta abajo más allá de la calle Molinos.

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La restauración
Desde el primer momento hubo una implicación de las administraciones, Ayuntamiento y Dirección General de Bellas Artes, y las obras, aunque complicadas, comenzaron pronto. Prieto Moreno dirigió la intervención que se desarrolló relativamente rápido. Se trabajó en el artesonado mudéjar, que se reconstruyó pero sin policromar, como estaba en origen. El escultor Domingo Sánchez Mesa se encargó de ‘rejuvenecer’ la imagen del patrón y «poco a poco la parroquia fue recuperando imágenes. Algunas llegaban de otras parroquias, e incluso el arzobispo Emilio Benavent hizo alguna aportación», apunta Mario Camacho, párroco hasta hace unos días de San Cecilio. No obstante, fue un trabajo atropellado y en algunos aspectos desafortunado. Sobre todo en cuanto a la fachada: «Ha sufrido mucho en las últimas décadas. Había una zona baja con una simulación de base de piedra (que ya es una intervención, probablemente del siglo XIX). Se ha utilizado cemento, que es malo para la restauración. Ventanas que se movieron de sitio con lo que se han creado huecos que no estaban originariamente», describe Emilio Caro.

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Una nueva ‘puesta a punto’
Si en los años 70 la parroquia contó con la solidaridad de administraciones y fieles para su rehabilitación, Mario Camacho vuelve a pedir ayuda a los granadinos para una nueva intervención en el templo que devuelva a la fachada el esplendor que lucía antes de aquel fatídico suceso. «Tenemos todos los permisos, lo único que falta es empezar ya. Queremos comenzar de forma inmediata, siempre que el tiempo nos lo permita, ya que hay que trabajar en la fachada, pero esperamos que esté listo para la Semana Santa y que los andamios no desluzcan la salida de la hermandad». La primera parte de la intervención está centrada en la portada para que no alcance más deterioro. En la fachada «hay decoraciones incisas en la superficie y sobre eso se pinta. Es una singularidad de esta iglesia y es lo que permite que la restauración sea más acertada. No se trabaja a ciegas», aclara Caro.
La parroquia y la cofradía financiarán parte de las obras, aunque también se buscan aportaciones de particulares. El coste total es de unos 150.000 euros. «Es importante que el patrón de Granada tenga una iglesia digna. Yo tengo fe en que este proyecto se haga realidad» concluye Camacho al que un problema de salud ha apartado de manera temporal de la administración de San Cecilio. El proyecto de restauración tiene una cuenta en Facebook, donde estar informado sobre del proyecto, y otra en BMN y La Caixa, en la que pueden colaborar con su donativo.

La restauración de la iglesia de las Tomasas

Coincidiendo con la llegada de la primavera de 1947, el Albaicín recuperó una de las iglesias que se perdieron durante la Guerra Civil.

El convento de Nuestra Señora de la Consolación, de las Agustinas Recoletas de Santo Tomás de Villanueva, «Las Tomasas», como todo el mundo las conoce, se fundó en 1635. Sufrió varios asaltos durante las revueltas de agosto de 1932, hasta que el 10 de marzo de 1936 un incendio la destruyó. Se perdieron varias obras de arte, entre ellas un cuadro de la Sagrada Familia obra de Risueño.

Era la primera de las iglesias del barrio que abría sus puertas pese a que su reconstrucción se realizó sin ninguna ayuda oficial, únicamente con limosnas. La nueva iglesia ocupaba el lugar de la desaparecida. La antigua distribución del edificio tenía dos plantas, iglesia y noviciado, pero, tras la reforma, solo quedó el templo. Su techo era una reproducción del de San Bartolomé y el retablo, pertenecía a San Miguel Bajo de donde procedía también el púlpito. Las imágenes de la Virgen de la Consolación estaba en el coro de la antigua iglesia destruida y las de San Agustín y Santo Tomás las donaron los Agustinos. La portada reproducía la de Santa Isabel la Real.