Una violenta ventisca de nieve azotaba el rostro y pretendía derribar al caminante ya sometido al duro esfuerzo de avanzar sobre la blanda y profunda capa blanca que cubría la montaña». Pero las extremas condiciones meteorológicas no fueron un impedimento para los voluntarios, vecinos de Jérez del Marquesado, médicos de los pueblos de la zona y guardias civiles que integraron el equipo de socorro.  Tenían que llegar hasta la zona conocida como del Picón, donde a las nueve de la noche del 8 de marzo de 1960, había caído un avión de las  Fuerzas Aéreas norteamericanas.

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El accidente pudo haber sido una catástrofe, pero la pericia del piloto, que logró un aterrizaje en una zona relativamente llana y cubierta de nieve, evitó lo peor y se saldó con 28 heridos de los 30 ocupantes del aparato. Dos de ellos,  que resultaron ilesos en el choque, el teniente John Schulick y el cabo Konia Adi, fueron a buscar ayuda y caminaron durante más de cinco horas por senderos desconocidos hasta llegar al pueblo del Marquesado.

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Cuenta la crónica de IDEAL que como en Jérez nadie les entendía, las autoridades pidieron ayuda telefónica al cercano pueblo minero de Alquife.  Pero fue la valentía de los vecinos la clave para el rescate, porque permitió sacarlos de allí pese a las malas condiciones, y  se volcaron después en sus cuidados. Meses más tarde, el embajador norteamericano visitó el pueblo para agradecer el gesto heroico que salvó a sus compatriotas.

 

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