En la madrugada del 29 de octubre de 1932, los dependientes de los bares y tabernas de la ciudad se declararon en huelga. Los huelguistas justificaban el paro por la ausencia de los patronos a una reunión del comité del Sindicato que los empresarios se negaban a reconocer. Numerosos establecimientos de la capital cerraron su puertas y los pocos que abrieron eran atendidos por los propietarios y sus familiares. Algunos no se libraron de los ataques, como un café de la plaza del Carmen, o un bar de la calle Reyes Católicos, cuyos dueños denunciaron la rotura del cristal de su negocio por las pedradas de los manifestantes. En un bar próximo a Zacatín, una piedra hirió a José Arenas, profesor de la Escuela Normal, que tuvo que ser asistido en la Casa de Socorro. Las protestas se prolongaron durante un mes, en el que se repitieron las roturas de cristales y las coacciones de los huelguistas a los compañeros que no secundaban las protestas, como el incidente que se registró en las bodegas de Fernando Garrido Lanzas, en la calle Navas, donde los trabajadores fueron obligados a abandonar su puesto por un grupo de huelguistas que huyeron a la llegada de los guardias de Asalto. El 24 de noviembre la CNT declaró en Granada una huelga general, según IDEAL, en solidaridad por los empleados de los bares y tabernas que no llegaban a un acuerdo con sus patronos. Por fin, 29 de noviembre, se dio por desconvocada la protesta.
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Prohibida la venta de novelas porno
Bajo el titular ‘Recogida de folletos pornográficos’, el IDEAL del 3 de agosto de 1932 informó sobre la orden del teniente de Seguridad de la ciudad de la retirada de novelas eróticas que se podían adquirir en los quioscos de plaza Nueva, Gran Vía, plaza de la Trinidad y Puerta Real. En total, la Policía se incautó de 296 publicaciones (el redactor no dio sus títulos). En el quiosco de Puerta Real, contaba la crónica del suceso, Isidro Burgos, hermano del dueño del establecimiento, intentó evitar el embargo. Se reveló contra la autoridad y, mientras gritaba «si era eso la libertad», fue llevado a comisaría por el cabo y los guardias Antonio Porras, José Mármol y Andrés Ferrer. Pero este no era el único problema que preocupaba esos días de caluroso verano a los granadinos.
El pan casero subió hasta los 55 céntimos y el pan blanco, hasta los 62,50.
Por otro lado, los obreros mineros que trabajaban en la canalización de agua potable de la Sierra se reunieron con el alcalde para protestar por la amenaza de cancelación de la obra, ya que el municipio había dejado de pagar al contratista. Los trabajadores aportaron dos soluciones: estaban dispuestos a cobrar la mitad del jornal, o a cobrar en especie por valor de la mitad de su salario y que retirarían diariamente de un economato hasta que el Ayuntamiento abonase la cantidad que debía. A pesar del sacrificio que estaban dispuestos a hacer los trabajadores, el contratista se negó a aceptarlo.