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Un robo ‘elegante’

Corría el mes de diciembre de 1934 y un  grupo de malhechores planeaba en Granada el ‘atraco del siglo’. El objetivo era la joyería ‘La Purísima’, local que los hermanos López Secano regentaban en la calle Reyes Católicos. La banda, que estaba dirigida por un conocido «pistolero» malagueño (que vestía de forma elegante, se alojaba en los mejores hoteles de la ciudad y conducía un impecable Buick), estaba formada por,  entre otros, dos granadinos, uno de ellos, en prisión en el momento del suceso por un delito de robo.

Pero los criminales no contaban con la astucia del inspector general de Policía, Vicente Santiago, que conoció el plan por un chivatazo y se desplazó desde Madrid hasta la capital granadina para encargarse él mismo de este caso. Los agentes descubrieron el túnel que los delincuentes habían construido para perpetrar el robo.  Se accedía a él por el colector del alcantarillado de la calle Príncipe, y  desembocaba en el sótano de la citada joyería. Durante varios días vigilaron sin cesar los accesos al Embovedado desde la Acera del Darro. Los ladrones llegaron incluso  a realizar el butrón pero, al encontrarse con que las alhajas se guardaban en una caja fuerte, decidieron posponer el robo hasta contar con el material necesario para abrirla. Varios miembros de la banda se desplazaron hasta Algeciras para conseguir las herramientas, lo que permitió a la policía planificar la operación para pillarlos ‘in fraganti’.

Los malhechores debieron tardar unos siete días en la construcción del túnel que tenía una altura de una persona y unos 80 centímetros de ancho. Cuando los agentes inspeccionaron el subterráneo descubrieron huellas junto a la pared de otra joyería de la zona y en  bajo del Banco Español de Crédito.

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César Girón, en la serie «Curiosidades Granadinas» publicadas por este diario, investigó el tema en profundidad. Aquí les dejo el artículo publicado el 11 de noviembre de 2006 con la historia interesantísima del suceso.

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El atraco de la calle San Antón

El 4 de octubre de 1933, la calle San Antón fue el escenario de uno de los crímenes más luctuosos de la crónica negra de esta ciudad. Un hombre murió cosido a balazos y tres más resultaron heridos en el tiroteo que se desencadenó durante el atraco, en pleno centro de la ciudad y a plena luz del día, a unos empleados de Tabacalera que se dirigían al Banco de España para ingresar la recaudación. Sobre las losas de la calle San Antón «quedó el testimonio de las manchas de sangre, mientras los asesinos huían sin el peso de un solo céntimo robado, pero manchados con un crimen lleno de villanía», decía la crónica de IDEAL.
A las doce y diez minutos, el cajero de Tabacalera Francisco Vinuesa, de 52 años, acompañado por el ordenanza Antonio Martín Melgarejo, de 45 años y por el estudiante e hijo del representante de la entidad, Antonio Montes Valera, de 21, se dirigían al Banco de España que entonces se encontraba en lo que hoy es la iglesia del Santo Ángel Custodio en la calle San Antón. Venían de la sede de la empresa que estaba en la calle Santa Teresa. Se disponían a ingresar una recaudación de 73.000 pesetas. Al llegar a la calle de los Frailes, junto al hotel Imperial, tres sujetos, pistola en mano, les ordenaron el alto al grito de «arriba las manos». Vinuesa sacó el revólver que llevaba consigo desencadenando un tiroteo. Los pistoleros se ensañaron con él y le propinaron cinco tiros a bocajarro que acabaron con su vida en la mesa de operaciones de la Casa de Socorro. El ordenanza, que cargaba con un saco de monedas de cinco pesetas, salió corriendo zafándose de uno de los atracadores que intentó arrebatarle el dinero sin conseguirlo. Entre silbidos de las balas, alcanzó el taller de electricidad Azañón donde llegó maltrecho. Los disparos también hirieron al más joven de los tres empleados y a una criada de 20 años, Encarnación Maldonado, que pasaba por allí.
Las pesquisas policiales no se hicieron esperar y cinco de los seis responsables del atraco fueron detenidos al día siguiente. También una mujer, pareja de uno de los atracadores, fue puesta a disposición judicial por su implicación en el suceso. Los delincuentes, de edades comprendidas entre los 17 y 26 años, formaban parte de organizaciones anarquistas, como Juventud Libertaria y CNT.

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El 17 de noviembre de 1934, en la sección primera de lo Criminal comenzó la vista de la causa contra los autores del robo, pero se suspendió ya que nueva pruebas apuntaban a más implicados. El crimen, que con el paso de los días iba adquiriendo un matiz cada vez más político, nunca fue totalmente esclarecido.

Si quieren saber más sobre este y otros sucesos, les recomiendo el libro de César Girón ‘Crónica negra de Granada 1880-1980’, publicado por Comares.