Aquel verano de principios de la década de los setenta se agotaba, y los pueblos de la comarca alpujarreña despedían poco a poco a sus visitantes. La opción del turismo rural no es una nueva moda. A finales de los años 60 el gobierno, a través del Ministerio de Información y Turismo, trató de impulsar esta otra opción de vacaciones. Lo hizo entregando subvenciones a agricultores para adaptar sus viviendas a las necesidades de los exigentes turistas. A este programa se le conoció como «Vacaciones en casas de labranza», e incluso se editó una guía que se estuvo actualizando hasta los años ochenta. La Alpujarra fue una de las comarcas agraciadas con estas ayudas. Se creó un Patronato de Promoción de la comarca que, por ejemplo en 1975, entregó un millón de pesetas, de préstamos sin intereses a diez años, para el acondicionamiento de casas de labranza en la zona. Cada hogar recibió subvenciones que oscilaban entre las diez mil a cien mil pesetas, según las reformas que debieran acometer para hacer más agradable la estancia al viajero (en esa época algunas no tenían ni agua corriente ni aseos).

Los municipios de Capileira, Bubión y Pampaneira, pero también Busquístar, Soportújar, Pitres o Trevélez, comenzaron a construir la base de su infraestructura turística en estos años, aunque ya tenían alguna experiencia en estos menesteres (el hotel Teide, en Bubión, por ejemplo, funcionaba desde antes de la Guerra Civil). La prensa de la época también se hacía eco de las virtudes de esta nueva opción de turismo que ofrecía «tranquilidad, alimentos sanos y a un precio razonable». En agosto de 1970, el redactor de IDEAL Gómez Montero escribía que los hogares de la Alpujarra «son la mejor atalaya al aire y al sol para pasar unas vacaciones lejos del bullicio». En el 71, el periódico cuenta la historia de Susana, «una rubia y joven canadiense que ha descubierto un bello balcón con flores y una casita blanca en la cuesta empedrada que baja al río Poqueira». En Capileria, que tenía en proyecto la construcción de un Parador de Turismo, estaba la conocida como «casa del Sueco» y ya contaba con el «brote de un barrio inglés» en la zona de «El Perchel», porque varios ciudadanos británicos habían adquirido propiedades aquí.