A propósito de la foto del atropello de un joven

INMIGRANTES FOTO 1

Sigo con interés el debate abierto en las redes sociales sobre la foto publicada en el periódico IDEAL de un joven arrollado en la  carretera de la  Costa. De entrada mi absoluto respeto por todas las opiniones y el derecho de que pueda o no gustar que se publique una foto así, pero  me llama la  atención que tantos se escandalicen por la imagen de un joven atropellado que por fortuna solo resultó herido, al que no se le  identifica en  absoluto y en la que no hay ningún elemento escabroso. La fotografía sí es impactante y es una forma de ‘golpear’ sobre la seguridad  vial y la  necesidad de extremar la precaución en las carreteras. La imagen no deja indiferente y de eso se trata; de lo contrario no tendría valor  periodístico y ésta lo tiene porque ocurre en un tramo de carretera donde suceden con frecuencia accidentes de tráfico, algunos mortales, que el  periódico ha denunciado repetidas veces. El único reparo que tiene la imagen es que el vehículo bajo el que aparece el menor no es el que lo  atropelló y el hombre que aparece de pie es un agente policial que espera la llegada de las emergencias.

Puedo entender que no guste la fotografía pero me sorprende la beligerancia contra el periódico y que muchos se rasguen las vestiduras contra  lo  que llaman ‘amarillismo’, y no clamen con la misma vehemencia cuando se publica la imagen de gente tranquila que toma el sol en una playa junto al cadáver de un inmigrante que se quedó sin sueños, ni la de cientos de niños gaseados en Siria o la de los cuervos que aguardan la muerte inminente de un niño en Sudán. O la de decenas de cuerpos destrozados casi a diario por la barbarie del fanatismo terrorista, o el de una mujer asesinada por el machismo y la intolerancia. Lo que a mi me horroriza son los gritos de dolor de familias despojadas de su hogar, o el de las miradas llorosas y sin esperanza de quien no sabe ya cómo alimentar a sus hijos o los ancianos abandonados a su suerte sin ayuda alguna. Los periódicos están llenos a diario de imágenes de este tipo y no parece importarnos tanto.

En el día a día de un mundo sin fronteras el dolor, la repulsa y la vergüenza no tiene, ni debe, color de piel ni distancia y nada debería dejarnos indiferentes. Siempre se puede mirar hacia otro lado para que la realidad no nos moleste, para que no altere nuestras plácidas existencias ni enfurezca nuestra conciencia, pero el periodismo no es eso. O al menos eso creo yo.

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