Un fuerte dispositivo policial, dotado de material antidisturbios, inició ayer el desalojo de las cuevas del Cerro de San Miguel, la mayoría en condiciones ruinosas y sin las mínimas garantías higiénicas y sanitarias para ser habitables, a juicio del Gobierno municipal. No voy a entrar en el fondo del asunto porque desconozco si es cierto o no que las cuevas estén en malas condiciones o si están, o no, ocupadas de forma ilegal. En lo que sí entro y lo que me irrita profundamente es el enorme interés que tenía el gobierno municipal de José Torres Hurtado y los responsables policiales por impedir que los periodistas fuesen testigos del desalojo y clausura de las viviendas. Tanto que desplegó numerosos agentes en un amplio perímetro para taponar todos los accesos posibles al lugar y actuar así sin testigos de los hechos.
Algunos de los afectados por el desalojo hablan de amenazas, agresiones y malos modos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que no podemos confirmar ni desmentir porque a los periodistas se les impidió hacer su trabajo con normalidad. La Policía lo niega pero solo es su palabra frente a otra u otras del mismo valor. No hay nada que demuestre que la actuación policial fue correcta y respetuosa en cumplimiento de la ley porque casi trabajaron sin las miradas incómodas de profesionales de la información que tenían el mismo derecho que ellos para cumplir con su obligación. Digo ‘casi’ porque sí hubo algunos periodistas que pudieron acceder hasta el lugar sorteando veredas y atajos. Los agentes debían cumplir con su misión en el escrupuloso respeto a la ley, y los periodistas debían hacer su trabajo por derecho y deber constitucional de poder informar. Si no había nada que ocultar y si el objetivo de la operación no tenía ‘instrucciones’ aviesas ¿por qué era tan importante aislar y obstaculizar el trabajo de la prensa. ¿A qué o quiénes temían?
Es intolerable e inadmisible que se actúe con esta falta de respeto a los ciudadanos cuando se impide que los periodistas cuenten lo que ven e informen de lo que sucede. Nada más. Y nada menos.