En esta crisis sanitaria española desde que se confirmó la infección por ébola de la auxiliar de Enfermería Teresa Romero, es curioso como podemos asistir a comportamientos que muestran lo ruin que puede llegar a ser la condición humana. Lo primero que me ha sorprendido ha sido descubrir que hay quien critica que se haya repatriado desde África a los curas españoles enfermos, novaya a ser que se nos pegue algo y nos fastidie la vida cojonuda en el primer mundo pendiente de cosas importantes y trascendentes, entre las que no están, faltaría más, ni los pobres ni los negros. Parece que da igual que los dos sacerdotes, miembros de la Orden de San Juan de Dios, dieran su vida literalmente por haber ayudado a otros a sobrevivir en las cloacas que la sociedad esconde.
Me ha sorprendido que haya quien se sorprenda de que a muchos no nos gustara la idea de sacrificar al perro de Teresa. Dicen que no había dónde meterlo y lo han matado sin saber siquiera si estaba contagiado.
Y me ha sorprendido lo miserable que puede llegar a ser un político preocupado por salvar el culo. Me refiero al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, que ha intentado por todos los medios achacar la responsabilidad y la culpa de que Teresa Romero se haya contigiado de ébola a su torpeza. A una mujer que se ofreció voluntaria para ayudar al cuidado del sacerdote enfermo la llama este sujeto inepta e irresponsable, y si un médico dice que su traje de seguridad se le quedaba chico es también su culpa por ser tan alto. Me molesta mucho, pero mucho, que este inepto soplapollas que no se ha ocupado de que el personal haya tenido la formación adecuada para tratar este tipo de situaciones o de que los trabajadores dispongan de los recursos necesarios para protegerse, mismamente los trajes de seguridad, siga todavía en el cargo.
El problema no era repatriar a los dos religiosos, algo que un país que se tenga por serio y grande debe hacer para no dejar a su gente tirada, el problema es que aquí no hemos hecho bien las cosas. Ni los protocolos de seguridad preventivos eran los adecuados ni la gestión política era de fiar. El problema es que Teresa no tuvo la formación suficiente durante varios días, como hacen en Estados Unidos, para aprender a usar las prendas de seguridad, pero no por torpe, como sugiere el consejero madrileño, sino por falta de tiempo. Y el problema es que hay siete personas en el hospital, una de ellas muy grave, y al frente de la situación están la ministra Ana Mato y el consejero Javier Rodríguez.