A nadie se les escapa que en el proceso que se ha seguido para la candidatura de la Alpujarra como Patrimonio de la Humanidad se han cometido errores. La actual rebelión de alcaldes y concejales del PSOE y PP en los ayuntamientos de la comarca, evidencia que ha faltado información para que los municipios conozcan las ventajas y despejen las dudas de cómo puede incidir en el planeamiento urbanístico y los desarrollos sociales, asunto que más preocupa, y qué puede aportar de bueno la declaración al territorio. Si dos años después de que lanzase la idea el presidente de la Diputación y promotor de la iniciativa, Sebastián Pérez, el desconcierto y los temores se mantienen en buena parte de los pueblos, parece claro que ha faltado comunicación o que el mensaje no se ha transmitido con acierto. De entrada es seguro que la declaración de la Alpujarra como patrimonio mundial ofrece más ventajas que incovenientes para promocionar internacionalmente el potencial turístico de un territorio singular, para disponer de herramientas de protección adecuadas que garanticen el presente y futuro de la comarca y del hábitat tradicional de sus moradores sin renunciar a un desarrollo sostenible, y ventajas para atraer de una vez por todas inversiones necesarias para que la tradición no se confunda con un sudesarrollo intolerable en materia, por ejemplo, de comunicaciones.
El consejero Luciano Alonso desveló ayer que la Junta de Andalucía promocionará la cadidatura de la Alpujarra para conseguir que forme parte de un selecto club mundial de lugares elegidos y escogidos como referencias únicas en su género, y advirtió lo que, en principio, debería ser motivo de satisfacción, que esta candidatura es probablemente la mejor posicionada para lograrlo. El anuncio de Alonso se produce a pocos días de la decisión definiriva y parecería rezonable que por encima de egos, posiciones partidistas y extrañas maniobras políticas, desde la Diputación no se pierda ni un minuto más en reunir a todas las partes implicadas para contentar las lógicas aspiraciones municipales que piden respuestas para vencer la confusión que ha llevado a algunos a rechazar el proyecto.
La Alpujarra como Patrimonio de la Humanidad es un reto para el conjunto de la provincia en la promoción mundial de un territorio que llevaría en el futuro un apellido prestigioso por sus valores históricos, sociales, paisajísticos y culturales y eso debe ser un valor añadido que aporte riqueza primero, y sobre todo, a sus municipios y después a la marca Granada. Sería triste que este proyecto se diluyese, como tantos y tantos, en el agua turbia de la política que no entiende de intereses generales de los ciudadanos, y fuese una más de esas polémicas estériles entre partidos y arribistas que tan poco beneficio han aportado a esta provincia.