Rajoy ha cerrado el círculo de una obra grande e importante para la Costa y para el conjunto de la provincia que empezó a finales de los años 80 con un trazo de bolígrafo en una servilleta en el restaurante El Cateto, en la vega granadina. Allí, el entonces todopoderoso secretario general del PSOE en Granada, Ángel Díaz Sol, el hombre por el que pasaba todo lo que se movía o pensaba en la provincia y fuera de ella, nos anunció el proyecto a un grupo de tres periodistas junto a un arroz caldoso. Todavía debía pasar algún tiempo hasta que el proyecto apareciese en documentos oficiales y debían pasar al menos cuatro ministros de gobiernos alternos del PSOE y el PP para visitar obras que no acababan nunca, incontables titulares en los medios sobre retrasos o problemas, frustradas convocatorias de concentraciones para exigir que se agilizase la ejecución del trazado, y hasta el desgraciado accidente que costó la vida de seis personas en uno de los viaductos. Debían pasar 25 largos años hasta que el corte de un trozo de cinta diese por acabados las caravanas de cada fin de semana y los atascos de cada verano y abriese por fin la Costa a las comunicaciones europeas.
La eterna polémica política de unos y de otros se refugiará ahora en el AVE y en Rules, ese esperpento de presa que almacena agua y carece de conducciones para llevarla al riego. Al menos de este difícil parto ha nacido un reto, el del ferrocarril. Nos quedan muchos años por delante antes de que el presidente de turno corte ese trozo de cinta en la estación de Motril. Muchos no lo veremos en esta vida pero al menos ya tenemos otra pelota para que los partidos y sus dirigentes jueguen al despiste durante las
próximas décadas.