Soy antitaurino, sí. No me gusta una fiesta en la que se aplaude como arte la muerte de un animal de forma lenta y cruel. Y si la excusa es que de otra forma no habría toros pues que no existan. Pero como este debate es interminable y llevo décadas sin convencer a los taurinos y décadas sinque éstos me convenzan a mí, lo dejamos aquí. Y aquí empieza el respeto. Yo se lo tengo a los que disfrutan de verónicas y toros zahínos, de pases de tirón y de macheteos, y lo pido para los que no gustamos del ritual por muy colorista, musical y festivo que sea.
Leo que la escultura dedicada al diestro granadino Salvador Sánchez ‘Frascuelo’, en la avenida de la Constitución de Granada, ha sido manchada de pintura, probablemente por quienes condenan los toros y se declaran contrarios a las corridas. No es así, nunca es así, como se reclaman derechos o se condenan prácticas que no compartimos. La razón no se gana por la fuerza, en este caso del vandalismo, ni mis ideas son mejores que otras. Solo son las mías.
Si pedimos respeto no podemos transmitir intolerancia. Y si condenamos la violencia gratuita contra un animal no podemos hacerlo con el vandalismo causando daños al patrimonio de todos. Manchar una obra de arte, esta sí, incruenta, es un ejercicio de bárbaros que pierden la fuerza y los argumentos para no convencer a nadie sobre nada.