Justamente hoy se cumple un año desde que Granada se quedó aislada por ferrocarril y se ha convertido en la única capital española sin conexión digna por tren. Las consecuencias son desastrosas para la tercera ciudad turística española, porque el corte de la circulación ha provocado una caída global de pasajeros del 33%, con descensos de hasta el 82% a Barcelona y el 61% hacia Madrid. Y lo peor es que hemos entrado en una etapa de laxitud institucional y política en la que ni siquiera hay plazos para que la normalidad, si es que alguna vez podemos hablar de eso en esta provincia, vuelva a la avenida de Andaluces, a donde debían haber llegado los ‘aves’ hace meses, años si nos aferramos a las promesas políticas.
Pero no pasa nada. Después de que IDEAL denunciase este miércoles la “vergüenza ferroviaria” en la que se ha instalado Granada, los dirigentes políticos granadinos se han lanzado al tajo de la palabrería, de la denuncia ocasional, de la queja inocua, de la pelea estéril que se lleva el viento con la misma rapidez que las promesas sobre plazos en las obras, y después del arreón volverán a sus despachos, a las visitas de barrio, de pueblos, de encuentros gastronómicos y de presencia en actos culturales, que está bien que así sea, pero estaría mejor que en asuntos ‘de estado’ para la provincia como el gravisimo problema que tenemos con las comunicaciones, hiciesen algo más, mucho más, que decir cosas que son las mismas de siempre. Sabemos hoy, un año después de que embarquemos en autobuses a los viajeros que usan el tren para llevarlos hasta Antequera, que, como ‘todo está en funciones’, el parón de las obras que impide el tráfico ferroviario se puede ir hasta después del verano. Menos mal que cuando surge el debate siempre habrá políticos granadinos que hablan de “indecencia”. El problema es que lo hagan para referirse a los empresarios que denuncian la situación y piden soluciones rápidas y no contra los responsables de este despropósito en el Gobierno, caso del Ministerio de Fomento. En fin, para llorar. Para no parar de llorar.