Como de tantas cosas, tampoco sé de economía, pero el sentido común me dice que si alguien tiene un empleo sólido siempre será un consumidor sólido, que es justo lo contrario de una sociedad que se mueve entre empleos precarios, quien los tiene, en la que nadie se atreve ni a comprar una lavadora a plazos. Todo esto viene a cuenta del último análisis de coyuntura económica elaborado por la Caja Rural de Granada correspondiente a primer semestre de este año, en el que avisa lo que todo el mundo sabía o, como poco sospechaba: que la precariedad laboral no genera la confianza suficiente del consumidor para embarcarse en préstamos. No digo ya de una casa, ni un coche con Plan Prever, es que ni siquiera quiere dinero del banco para renovar el sofá y poner mosquiteras.
En el acto con los periodistas el presidente de la entidad de ahorros, Antonio León, decía que tienen dinero para dar créditos pero que la gente no los pide. Hombre de Dios, con una reforma laboral que ha dejado en bolas al trabajador y facilita contratos temporales de hasta por ‘ratos’, a ver quién se mete en trampas. Y es que los datos son demoledores. En agosto Granada contaba con 101.672 parados, de ellos casi 12.000 menores de 25 años. De los 26.096 contratos formalizados en la provincia, 741 eran fijos y 25.355 temporales. Habrá dinero, sí, pero también incertidumbre y desconfianza de los lugareños que no saben por cuánto tiempo tendrán trabajo, y eso sin entrar en los salarios que se pagan. Lo reconocía el propio banquero en la rueda de prensa al admitir que la precariedad distancia al ciudadano del crédito y que así la economía no se mueve o lo hace con dificultad. Mucha gente intuía estas cosas desde hace tiempo, incluso sin saber de economía. Lo curioso es que ahora lo haya dicho un banquero, que sabe mucho de números. Ya solo hay que esperar a que el Gobierno también se entere o que aplique, al menos, el sentido común.