Si alguna mañana encontrara en otro periódico que no es el mío la foto de dos bomberos rescatando un pene en un quirófano, diría que un periodista serio como yo no escribe de esas polladas. En cambio, si la foto cayera en mis manos en exclusiva la sacaría sin lugar a dudas en portada.
Somos así y si fuésemos de otra forma no seríamos periodistas.
No me ha extrañado nada que algunos sibaritas anden por ahí dando lecciones de ética, porque yo probablemente habría hecho lo mismo si me pisan una información. Pero más me ha sorprendido la reacción de la Consejería de Salud, que ha iniciado un expediente para aclarar la filtración de la noticia.
Efectivamente, la Junta de Andalucía tarda menos en abrir una comisión de investigación sobre un pene que sobre los mil millones de euros que se han ido con los ERES. Y el hospital está más preocupado de quién hizo las fotos que de los recortes o del cierre de camas en verano.
Son así, y si no fuesen así no serían de la Junta.
La misión de la Consejería de Salud es la de evitar que se filtren imágenes de un quirófano y la de los periodistas intentar conseguirlas.
Hasta ahí comprendo su cabreo, pero lo absurdo es decir que se ha producido una “grave violación del derecho a la intimidad y confidencialidad” del paciente.
Resulta que alguien estaba en su casa hojeando el periódico, intuyó un trozo de pubis difuminado y exclamó: “¡Tate, ese pene lo conozco!”.
De haber sido mi miembro viril el implicado habría pasado totalmente desapercibido -desgraciadamente- pero supongo que a alguien le pueda suceder. De lo contrario, no entiendo qué intimidad considera la Junta violada si no se han dado nombres y la única parte del cuerpo del paciente que se ha mostrado ha sido un trozo de pene desenfocado.
Seamos sinceros. Aquí todos nos aprovechamos de la intimidad del prójimo, con consentimiento o sin él; unos por interés periodístico, otros para sacarle rédito político. Cuando la consejera da ruedas de prensa con menores a los que los médicos han salvado la vida, cuando se vende un trasplante de cara, cuando se trae a un inmigrante para extirparle un tumor o cuando le salvan a un tipo el pirindolo.
La misma Consejería de Salud que ahora se pone exquisita es la que se trajo a una joven en coma ingresada en Inglaterra -le felicito- y, al mismo tiempo que aterrizaba el avión en Granada, difundía un comunicado a todos los medios en los que se atribuía el mérito político de haberlo conseguido antes que otras administraciones.
Como somos tan amarillos, nada más enterarnos nos fuimos al hospital en busca de la chica y de la foto. Pero al llegar, ya estaba allí el delegado de Salud con su jefe de prensa.
Ni siquiera puestos a ser sensacionalistas somos los primeros.
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