Resumen de la Presentación realizada por Ángel Gijón a Rafael Moneo para su conferencia celebrada en el Colegio Oficial de Arquitectos de Granada
El jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012, dice en el Acta de Rafael Moneo: “arquitecto español de dimensión universal, cuya obra enriquece los espacios urbanos, con una arquitectura serena y pulcra. Maestro reconocido en el ámbito académico y profesional. Moneo deja una huella propia de cada una de sus creaciones, al tiempo que conjuga estética con funcionalidad, especialmente en los interiores diáfanos que sirven de marco implacable a las grandes obras de la cultura y del espíritu”.
Aún de alumno de la Escuela de Arquitectura, colabora con otro maestro Sáenz de Oíza (del 58 al 61) que entonces hacía los primeros bocetos de Torres Blancas. Trabaja con Jorn Utzon en Dinamarca del 61 al 62, haciendo la Geometría Descriptiva de los bocetos de las “velas” de la Ópera de Sidney.
En 1970 obtiene la Cátedra de Elementos de Composición en Barcelona y del 80 al 85 se encarga de la de Madrid siendo en el 85 designado Decano de la Escuela de Harvard donde aún sigue dando clases. Para mí es doblemente maestro porque tuve la suerte a principios de los años 80 de ser alumno suyo en la Escuela de Madrid. Con él descubrí la importancia de la función, la forma y el oficio. Por eso cuando llegamos a Granada lo primero que me pidió fué ir a volver a ver los terrenos de la estación y alrededores, eso es oficio¡
En el Diario ABC, con motivo de la concesión del reciente Premio Príncipe de Asturias, el periodista Ignacio Camacho lo define como “un profesional de excelencia contrastada y universal magisterio que reivindica con su obra y talento la nobleza y respetabilidad de la arquitectura…”. “Su trabajo limpio y bien acabado, diáfano y escrupuloso esconde de la vista las claves de la tecnología y realza la forma constructiva a través de la dignidad de los materiales, la rectitud de las formas y la proporcionalidad de las escalas”.
Rafael opina que “si la Arquitectura necesita al hombre tiene que pensar en el hombre lo que implica que los arquitectos tenemos que ser humanistas”. Que Moneo es un humanista de dimensión renacentista no lo discute nadie, no sólo por su clasicismo formal y técnico, sino porque hace un análisis complejo de todo el proyecto desde el territorial como cuando interviene en Murcia (Plaza y Ayuntamiento) y expresa que le gusta trabajar en ciudades con carácter propio sin importar el tamaño y que el edificio nuevo debe respetar el carácter de los edificios históricos. Más que el lenguaje le preocupa el desarrollo de ideas capaces de resolver los problemas específicos de cada proyecto hasta alcanzar la solidez lingüística y conceptual que dotan al proyecto de capacidad de supervivencia. En el Kursaal de San Sebastián la singular condición geográfica del lugar le obliga a hacer uso de la intuición arquitectónica, y mediante dos rocas varadas trata de subrayar la armonía entre lo natural y lo artificial.
Qué decir de sus actuaciones en el Museo Romano de Mérida y Anfiteatro de Cartagena en las que integra el concepto clásico de la antigüedad romana y el suyo propio. Consiguiendo en Mérida hacer un museo romano moderno en una comunión histórica perfecta.
En el Prado, nadie discute lo acertado de incluir los Jerónimos para no dividirlo en dos, teniendo que aplicar un gran rigor disciplinar basado en la experiencia y el conocimiento para resolver los complejos episodios que reclamaba la ampliación de nuestro primer Museo. Su faceta humanista se completa como hombre de artes y letras, de técnico con amplia formación, literaria, cultural y estética, que le hacen ser un arquitecto creador de espacios y figuras que parten de un pensamiento refinado y un concepto artístico de las formas que se asientan sobre un conocimiento global y moderno de la ciudad, con un sentido ordenado de la convivencia, expresándolo con una aplicación profunda y vanguardista de la técnica como demuestra en el Kursaal y otras. Ése era el ideal de Leonardo da Vinci, la unidad de saber en una misma persona y en un mismo ejercicio.
La dimensión de Moneo como “hacedor de ciudad” es patente en muchos casos, como en Atocha donde el tiempo hace entender por qué el jurado se decantó por este proyecto en el que su principal decisión es trasladar la entrada principal al sur, ampliar el espacio del viajero, y al igual que en la reciente actuación, se trataba de propiciar el movimiento y la accesibilidad de la gente. Hace dos años se inauguró la nueva ampliación donde reinventa Atocha y otra vez resuelve sin complejos con una gran pasarela de acceso, la nueva explanada de taxis y la convivencia con el innumerable número de trenes de cercanías.
Una estación es trascendental para la vida de la ciudad. En ella coinciden los intereses de la arquitectura y su valor para dar uso a un edificio tan habitual y cotidiano. Un proyecto así hace olvidar la arquitectura y prevalece la vida. Atocha es mucho Madrid y está ya en el corazón de la ciudad.
Granada creo se merece a Moneo y él se merece a Granada como escenario de su creatividad. Granada no sólo lo merece por su prestigio cultural, sino también como esfuerzo de modernización de una estación que será la puerta de la ciudad del S. XXI dialogando con el Albaicín y la Alhambra, con su elegancia formal, limpieza de líneas, transparencia y clasicismo.
Y por su presencia contenida ajena a la evidencia, y porque necesitamos una obra de un arquitecto sereno que se expresa a través de las formas, el oficio y la tecnología y no a través del divismo y la retórica. Un genio humilde para esta ciudad que no debe seguir como dice la Habanera imposible de otro maestro, Carlos Cano, “Granada vive en sí misma tan prisionera que sólo tiene salida por las estrellas”.
Este honesto arquitecto, que se autoimpone el valor del trabajo frente a la propaganda y la autocomplacencia tan al uso en la posmodernidad, clásico y moderno, que no pasa de moda y permanece como referencia en el tiempo como sus edificios de Bankinter en Madrid, viviendas en San Sebastián, Edificio Previsión Española de Sevilla, Auditorio de Barcelona, sus museos, etc.
Moneo es un referente internacional en un momento en que estamos necesitados de reputación y autoestima de fama colectiva. Ya lo consiguió con el Premio Pritzker y con sus edificios realizados fuera de España como el Museo de Bellas Artes de Houston, la Catedral de Los Ángeles, el Hotel Hyatt en la Potsdamer Platz de Berlín, la Biblioteca de la Universidad de Lovaina, su reciente Laboratorio de la Universidad de Columbia en Nueva York, etc.
Sus alumnos, muchos de ellos destacados arquitectos, coinciden en que les enseñó arquitectura con mayúscula, que para él es lo que uno siente cuando entra al Panteón de Roma o Santa María del Mar, es la experiencia de los espacios la que da sentido a la arquitectura a la que dice que le da las gracias, porque le ha permitido ver a través de sus ojos.
Estamos ante una oportunidad única e histórica de tener una obra de nuestro arquitecto más reconocido entre otras cosas por su aportación relevante al Patrimonio Cultural de la Humanidad como también dijo de él el jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes. El arquitecto que crea espacio con la luz.
Ángel Gijón
Granada
31 de enero de 2013