La semana pasada, PSOE e IU llegaron a un pacto de legislatura para los próximos cuatro años, si el entendimiento entre ambos se desarrolla con normalidad. Lo llamaron ‘Acuerdo por Andalucía’, consta de más de 70 folios y se refiere a once aspectos generales, el primero: «El empleo, prioridad de la política andaluza». Y es verdad, padecemos cifras sonrojantes en materia de desempleo.
En el preámbulo del documento se dice textualmente: «Los andaluces y andaluzas han expresado que creen en una alternativa para salir de la crisis por la que atravesamos, distinta a la que se intenta imponer desde otras instituciones de poder… otro modelo de desarrollo sostenible, de plantear alternativas racionales y eficientes frente a los recortes presupuestarios que sacraliza el reciente proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2012». Todo ello, «desde la lealtad constitucional». Nadie dudará que se refiere a la iniciada por Mariano Rajoy. Reitero que intentarán hacer otra forma de política. ¿Lo lograrán? También insisto en que la Junta no puede ni debe ser la oposición contra el Gobierno central, ni éste jugar el mismo papel contra la Administración andaluza. También esta semana hemos asistido al tercer recurso al Tribunal Constitucional formulado desde Madrid.
El juego opositor lo tiene que realizar el PP, liderado por Javier Arenas mientras no haya renovación en su cúpula. Novedad ha sido el cambio en la portavocía del grupo parlamentario. Esperanza Oña, quien se ha caracterizado por alguna que otra crítica a su propia formación, ha dejado paso al alcalde motrileño Carlos Rojas. Se trata de un hombre con un perfil dialogante, centrado y cercano a los medios de comunicación. No creo que ejerza de perro de presa ante el bipartito sino más bien de leal pastor de su ‘maestro’ Arenas. ¿Su delfín? Es muy pronto, pero es muy posible que el sucesor ni siquiera esté entre los diputados autonómicos populares de esta novena legislatura.
La principal labor del PP será la de ejercer el control a la labor de gobierno y convertirse en una alternativa real, cosa que no consiguió en las últimas elecciones, mientras PSOE e IU disfrutarán de las mieles del poder, en unos momentos muy difíciles. El acuerdo, con alguna que otra salvedad, está muy abierto, redactado con la usual retórica política y algunos guiños muy izquierdistas. Hace hincapié en una labor legislativa desbordante, más de veinte leyes nuevas y otra media docena de modificaciones. Como todos sabemos, si la legislación no va acompañada de recursos económicos, de poco sirve. En cambio, los Presupuestos son las políticas y los programas reales. Ahora lo que toca es gestionar.
Habrá que esperar cómo se concreta el nuevo Consejo de Gobierno, con un vicepresidente de IU, y hasta tres consejeros de la misma formación, de los nueve que parecen se conformarán. ¿Habrá transversalidad, para que IU, pueda tener «mando en plaza», como dijo Diego Valderas? Esperar y ver, pero –por favor– sin numeritos ridículos y anacrónicos como el de Sánchez Gordillo en su toma de posesión en la Cámara, que flaco favor hacen a esta coalición y a Andalucía.