La regeneración no llega

Lo dijo Pedro Sánchez en julio, no habrá septiembre para formar gobierno tras rechazar Unidas Podemos la vicepresidencia y tres ministerios, pero ahora es capaz de afirmar que gobernar con ellos no le dejaría dormir tranquilo por las noches. Algo no se entiende. Tampoco se me hace fácil comprender cómo un líder acusa a otro de pertenecer a una banda y ofrezca la abstención a última hora. No sé si era una demostración de sentido de Estado o una pirueta propia de un equilibrista que teme caerse en el vacío. La situación en la que estamos desde hace meses merecería una amplia reflexión y cambios de rumbo importantes por parte de los partidos. Todos estamos de acuerdo en que ha supuesto un gran fracaso de los políticos, que estamos cansados, que no han sabido cumplir con el mandato de las urnas y que si de los fracasos hay que sacar lecciones y aprender, aplíquense los líderes en ello. La solución no creo que venga por el cambio de opción, la movilización o desmovilización del electorado. Ahora lo que sienten muchos votantes es frustración y desmotivación, lo que hace presagiar una fuerte abstención. Podemos quedarnos en casa o votar en blanco, sabemos que se han puesto iniciativas en marcha como la del rechazo del envío de propaganda electoral a los domicilios y una campaña para que los diputados no cobren las indemnizaciones por cese de actividad que les corresponde. Da igual, pero lo peor que llevaremos es una campaña basada en acusar al contrario de ser el culpable.


Del resultado del 10 de noviembre no va a salir una mayoría absoluta sino una correlación de fuerzas bastante semejante a la actual, con lo que las negociaciones serán otra vez fundamentales, pero qué nos hace creer que no habrá otro fiasco. Cómo van a reconstruir las relaciones cuando entre casi todos se han tirado los trastos a la cabeza y algunos hasta ni se dirigen la palabra. Es lo que tiene la fragmentación política, el entendimiento se hace más complicado, sobre todo en lo de ceder terreno al contrario. Claro, es más fácil cocinar a lo Juan Palomo con los hiperliderazgos que padecemos y, además, si alguien se mueve internamente, no sale en la foto, y como todo es susceptible de empeorar, el espectro de partidos se puede incrementar con otra una fuerza si irrumpe, como parece, Íñigo Errejón. Desde su plataforma madrileña el que fuera fundador de Podemos lo tiene fácil y tampoco le costaría mucho conseguir una cierta estructura en grandes capitales o acuerdos con alguna otra fuerza como Compromís en Valencia. Su irrupción sería un grano para Unidas Podemos, cuyas mareas se van diluyendo o alejando, como es el caso de Vamos Andalucía, que pretende presentarse sin vinculación ni amparados por Pablo Iglesias.
Tres en la derecha y tres en la izquierda, con caras nuevas. Queríamos regeneración, salir de la vista corta, altura de miras, consensos, diálogo, aires frescos y otros estilos, pero estamos como al principio. De los programas ni hablamos, ya los conocemos de sobra, hemos oído sus discursos repetidamente en todo este frenesí. Pónganse de acuerdo, como bien hicieron –hay que reconocerlo– en acortar a una semana la campaña electoral, y también en recibir menos fondos procedentes de las subvenciones por escaño alcanzado y votos recibidos, por ejemplo, o en comprometerse a que las legislaturas fallidas tengan consecuencias para quien fracase. Sean imaginativos y conquisten al votante desde la ilusión, no se queden sin salir del hartazgo que tienen sometidos a miles de españoles. ¡Regeneración, regeneración, que llevamos cuatro elecciones en cuatro años! ¿No les parece?