El abrazo del «¡Oh!»

Los periodistas dedicados a la información política que asistieron a la firma del acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Congreso de Diputados se quedaron un tanto sorprendidos, imagino que por la celeridad de ese desenlace. Y en el momento del abrazo quizá fue el asombro y la perplejidad lo que les llevó a un exclamativo y sonoro: «¡Oh!» Les habíamos visto a ambos como el aceite y el agua, pero este martes fue todo como el azucarillo en un café. Atrás quedan las noches sin dormir del presidente del gobierno en funciones, su falta de confianza en el líder de Podemos, que no le bastara entonces su renuncia a ser vicepresidente y ahora le acepte. En pocas horas, tras conocer el resultado electoral del domingo en el que ambos han perdido representación parlamentaria, dejaron atrás reproches. Pelillos a la mar.


Acordaron diez puntos, pilares de una coalición en la que habrá previsiblemente otros tres ministros o ministras de Unidas Podemos, pero les falta aún sacar adelante la investidura con más síes que noes. Necesitan sumar, esa es la clave. Las negociaciones con nacionalistas vascos y el resto de minoritarios, como los de Canarias, Cantabria o Teruel, será cuestión de poner dinero encima de la mesa. Ya sabemos que en política casi nada sale gratis y, además, no podemos olvidar que sobrevivimos con unos Presupuestos Generales que fueron obra de Cristóbal Montoro, por lo que imagino que cualquier apoyo estará vinculado a la aprobación de los próximos para dar continuidad y estabilidad a este gobierno bipartito. Sánchez e Iglesias, que necesitan la abstención de ERC, han marcado las líneas en el punto nueve del pacto: «Garantizar la convivencia en Cataluña», con el fomento del diálogo, buscando fórmulas de entendimiento y encuentro, «siempre dentro de la Constitución». No debería haber otra salida, los independentistas saben que con distintos moradores en la Moncloa les iría peor y no pueden quedarse junto a Vox en el no. Además, la flexibilidad del líder socialista es manifiesta con el olvido de ilegalizar próximos referendos, como había anunciado en el debate electoral televisado. Otra cosa es saber si habrá más concesiones y a cambio de qué.
Después de este rápido movimiento de Sánchez para tapar lo antes posible su fracaso de haber convocado unas elecciones en las que no ha mejorado posiciones, como vaticinaba su sociólogo de cabecera en el CIS, Tezanos, y ceder a lo que pedía Iglesias, ha optado por cerrar cualquier atisbo de acercamiento con el Partido Popular, que bien es verdad supondría una gran estabilidad, lo que más necesita España, como opina Núñez Feijóo, pero Pablo Casado no puede jugar esa baza llegado el improbable caso de una ‘abstención patriótica’ y dejar que Vox ocupe su espacio en la oposición. Bastante tiene con evitar el ‘fuego amigo’ del partido que ocupa su derecha para evitar su crecimiento, porque el auge de los de Santiago Abascal ha sido el primer punto de inflexión este 10 de noviembre y el segundo el gran descalabro de Ciudadanos. Le honra a Albert Rivera presentar su dimisión, pero ha sido el responsable de haber dilapidado la esencia de un partido bisagra. Salvo una pirueta que haga imprescindibles sus diez escaños, no vienen buenos tiempos para los naranjas. ¿No les parece?