A los políticos se les llena la boca con una palabra que parece ser la pócima mágica capaz de solucionar los problemas, el consenso. Lo curioso es que lo piden casi todos. Es verdad que lo hacen de manera más contundente quienes no ejercen el gobierno, aunque hay alguna excepción, como puede ser la de José Antonio Griñán. Como presidente de la Junta de Andalucía, lo expresó de manera clara en su toma de posesión y en la de sus consejeros, como ya les comenté, pero ayer lo hizo como secretario general de los socialistas de esta comunidad ante sus compañeros en el Consejo Territorial celebrado en la sede madrileña de la calle Ferraz. Y allí no se gobierna sino que se hace oposición.
Rubalcaba y los barones socialistas recogieron el guante, pero me da la impresión que su oferta forma parte de la habitual escenografía, que se queda en pura retórica. Prefieren que el Gobierno se equivoque, porque eso les fortalece y les acerca más al poder. El Gobierno, por su parte, mantiene sus posiciones y su política, al creer que cualquier negociación o cesión le debilita. Quien no le respalde es un enemigo. ¿Cómo se va a ceder con un mayoría absoluta?
Quizá no sea la solución de todos nuestros males el consenso, pero debería ser un objetivo. Lo malo es que les falta humildad a nuestros representantes para llegar a ello. Carecen de la suficiente altura de miras, ser conscientes de que no están demasiado reconocidos porque, según demuestran las encuestas, los políticos son uno de los problemas que tiene este país. Claro ejemplo ha sido la amplia y nefasta implicación que han tenido en entidades como las cajas de ahorros. Lo de Bankia ha demostrado una mala gestión, en la que la política tenía que haber dejado espacio a la profesionalidad.
La confianza de los mercados, que es lo que pretende el Ejecutivo con las últimas medidas que afectan al sistema financiero, quizá fuera más fácil de alcanzar si desde el principio se busca el acuerdo, el pacto, con la oposición. Pero hay que saber que en esa tarea todas las partes tienen que ceder. El consenso necesita de políticos de categoría, capaces de ceder espacios. Me temo que ya estamos asentados en la cultura del rodillo, que al partido adversario se le considera un enemigo cuando es un compañero de viaje y, sobre todo se olvida que el bien para la ciudadanía ha de estar por encima de todo. ¿No llamaría la atención en Europa, ante los mercados y ante cualquier sursuncorda, que en España las dos grandes formaciones mayoritarias llegaran a acuerdos para luchar contra la crisis? ¿No sería una muestra de fortaleza ante tantas debilidades?
En Andalucía, a Javier Arenas le toca mover ficha. ¿Le será más rentable a su partido la confrontación que el consenso ofrecido por Griñán? Al final, en Madrid o en Sevilla, el movimiento se demuestra andando, tanto para unos como a otros.