Hemos concluido una semana horribilis, pero no estamos al borde del precipicio, como dijo ayer Mariano Rajoy. No hemos dado el paso al frente sino que lo hemos superado. La famosa y familiar prima de riesgo alcanzó este viernes un nuevo máximo histórico, mientras la Bolsa cerraba su peor semana desde el ‘verano negro’ de 2011. La incertidumbre sobre la situación de la banca española, que articula el sistema financiero de nuestro país, y el efecto que puede causar en las cuentas públicas, son las causas de la desconfianza que viven los mercados. El pastel descubierto en Bankia y la costosa inyección de ayuda a costa del Tesoro que necesita esta entidad ha encendido todas las alarmas. No parece que sea el único caso, aunque previsiblemente de menor dimensión, con lo cual las dudas no cesarán hasta que se levanten todas las alfombras. Todo ello, unido a las que hay sobre la solvencia de las comunidades autónomas, tras la petición de auxilio que lanzó estos días el presidente de Cataluña, ha hecho que esta semana España fuera víctima de los ataques contra el euro, como se intenta justificar desde el Gobierno.
Los esfuerzos del Ejecutivo parece que no surten efecto, por mucho que viaje a Estados Unidos la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría o el ministro de Economía, Luis de Guindos, a Europa. Aquellos mensajes electorales de que en cuanto ganara el Partido Popular todo se solucionaría, hacen creer que eran demasiado optimistas o no conocían la dimensión de la grave situación. En cualquier caso, a Rajoy le está pasando lo que a Rodríguez Zapatero, tomar medidas que no querían. Lo peor es que da la sensación de que sirven de poco. Cada vez nos vamos más al fondo. Sin embargo, sería una mayor equivocación la pasividad, no hacer nada. Es verdad también que se percibe, tanto antes como ahora, sensación de improvisación, pero no es menos cierto que los acontecimientos se precipitan y desbordan todo lo previsible.
Este pasado miércoles, quien fuera presidente del Gobierno español durante casi quince años, Felipe González, con ocasión de su distinción como hijo predilecto de Sevilla, afirmó: «Es la hora del consenso y de anteponer los intereses de España a los intereses partidistas o de grupo; no digo que la situación de emergencia sea de hoy, hace cuatro años que lo vengo diciendo, pero cuando la emergencia no se asume como emergencia, cada vez se acerca a una situación delicada, de emergencia total». No le falta razón ante lo que estamos viviendo.
Confiemos en que se nos levante la moral con la Selección española de fútbol, mientras esperamos la conclusión de las investigaciones judiciales sobre los ERE, en un momento en el que se toma una deriva sumamente delicada, en la que la Junta dice ser víctima de una campaña partidaria.
Y por cierto, lo de González y Sevilla, ha sido todo un justo reconocimiento que da grandeza a un alcalde del PP, Juan Ignacio Zoido, hacia lo que hizo el mandatario socialista, en su momento, con el AVE y la Expo. Creo que fue un localismo bien entendido. Barrió para casa porque quería evitar –según señaló– que Andalucía quedara «descolgada del desarrollo». Pero de eso podemos hablar otro día. ¿No les parece?
Es relajante y esperanzador, entender los entresijos de su visión general desde la privilegiada posición de s atalaya.
Sin duda NADIE JAMAS, «meterá» tanto dinero como hizo González en Sevilla.
Hizo una gran Ciudad. En una visita que hizo a Granada (invitado por su periódico) tuve ocasión de darle la enhorabuena por su amor a Sevilla y , no sin amargura, le manifesté, igualmente, que para Granada fue todo lo contrario. Y en ese SUELO seguimos.