Encaramos agosto con el consabido calor y bochorno, pero también con una mayor incertidumbre sobre la crisis económica. Mario Draghi, el ya conocido presidente del Banco Central Europeo (BCE), en su esperada comparecencia de esta semana no arregló nada sino todo lo contrario. Y Mariano Rajoy espera a saber los planes de esa institución para actuar. Lo malo es que los problemas los tiene España y el BCE puede eternizarse.
Al mismo tiempo, el desencuentro entre el Gobierno central y autonómico se materializó con el portazo de la consejera Martínez Aguayo en la reunión con el ministro Montoro en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, a cuenta de los objetivos de déficit y deuda para Andalucía. Luego Rajoy y Griñán tendieron algún puente para el acercamiento. Quizá gracias a que ambos iniciaron la semana, el lunes, con una entrevista en Madrid en la que parece que hubo puntos de encuentro aunque también discrepancias desde la lealtad, como dijo el presidente andaluz. Fundamentalmente, referidas a dónde y cómo hacer los recortes, aunque el objetivo final sea el mismo para todos.
El máximo dirigente andaluz dijo en Moncloa, alto y claro, tras la entrevista: «Las distintas administraciones debemos unirnos para mostrar la fortaleza del país y acabar con la irracionalidad que existe en los mercados sobre el valor real de España». Sin embargo, la imagen de división que se dio en el citado consejo no es la más apropiada, con posturas tan enfrentadas, en las que muy posiblemente se tengan razones por ambas partes. El asunto ha quedado, tanto por parte de la Consejería de Hacienda como del mismo Ministerio, en manos de los respectivos servicios técnicos, las más apropiadas.
La política y los políticos, tan vilipendiados últimamente, deberían recuperar su credibilidad con trabajo y realismo. Hace falta valentía, mostrar seguridad ante el ciudadano y tomar medidas aunque sean impopulares o plantarse ante quien haga falta, pero con convicción.
Lo que nos hemos ahorrado en estos primeros días de agosto ha sido que creciera una de esas serpientes de verano. ¿Se acuerdan? Ya estaba a punto de tomar cuerpo una crisis o remodelación del Ejecutivo. Aunque sólo tenga siete meses de existencia, es cierto que algunos ministros muestran ciertos síntomas de achicharramiento. Pues no, el propio presidente del Gobierno primero constató que «no hay verano que no se plantee una remodelación de Gobierno» y luego concluyó que lo descartaba entre sus planes inminentes. Ya lo saben, no habrá cambios de ministros. Pues nos quedamos algo más tranquilos, aunque Rajoy no tenga una decisión tomada sobre si debe pedir el rescate de España. Y de los nuevos recortes, mejor ni hablamos. ¿No les parece?