Esta semana hemos vivido la segunda huelga general contra el gobierno de Mariano Rajoy, aunque todavía no ha llegado ni a cumplir un año de mandato. El paro fue valorado como un gran éxito por parte de los secretarios generales de las centrales sindicales convocantes, Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores, mientras que algunos medios lo calificaron de absoluto fracaso. Creo que ni una cosa ni la otra, pero cada uno puede valorar como quiera la jornada de paro, así como las manifestaciones de protesta de ese mismo día.
Pienso que el grado de malestar, descontento, enfado o indignación, como quieran llamarlo, ha aumentado considerablemente de un tiempo a esta parte. Las incertidumbres, la falta de soluciones, que no se vislumbre una salida del túnel, contribuyen a ello. Lo más dramático es que las altísimas cifras de paro continúan aumentando y se prevé que así sigan durante los próximos meses.
El optimismo manifestado recientemente desde círculos gubernamentales parece más deseo que realidad. Es verdad que se habla menos de rescate, pero la prima de riesgo campa a sus anchas por las nubes, mientras la campaña de Navidad se acerca y todo parece indicar que veremos poca alegría a la hora de compras y gastos, muy propios de esa época.
Para pesimista, el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, quien dijo este pasado jueves en el Parlamento de Andalucía que «tardaremos quince años en recuperar los niveles de empleo de 2007». Y hay hasta quien pronostica que España volverá a unos índices de pobreza similares a los de los años cincuenta, que vamos camino del Tercer Mundo.
Es verdad que no llegaremos a ver un titular en un periódico que diga: «Se acabó la crisis». Lo más seguro es que tardaremos e iremos saliendo poco a poco de ella, que nos costará esfuerzos y muchas cosas no volverán a ser iguales. A pesar de eso, rechazo ser un pesimista bien informado. Prefiero ser realista, ver el día a día, porque en esto de la crisis sobran expertos y siguen faltando soluciones, especialmente de quienes tienen responsabilidades de poder y gestión. Además, para la convivencia es mejor tener esperanzas y, si es posible, con una sonrisa. ¿No les parece?