Hemos celebrado esta semana el 34 aniversario de la Constitución. El Gobierno de Mariano Rajoy considera que no es el mejor momento de abordar reformas en nuestra Carta Magna. Es verdad que hay otras muchas prioridades y, además, el Partido Popular no llevaba en su programa electoral modificarla. Aquí paz y después gloria, pero permítanme que con ocasión del acto oficial realizado este año, con carácter excepcional, en el Senado, ya que el Congreso de Diputados se encuentra en obras, apunte el carácter bastante inútil que tiene nuestra Cámara Alta o la necesidad de que la Constitución considere la igualdad de sexos a la hora de la sucesión a la Corona. Sobre este último aspecto hay consenso político pero no hay calendario, aunque como cualquier reforma constitucional de calado debe contar con el apoyo de dos tercios de ambas cámaras, proceder a su disolución después y convocar unas nuevas elecciones, por lo que lo más oportuno es que el proceso coincida con la finalización de una legislatura. Dejando a un lado el riesgo de que esa reforma se planteara de manera injusta como un referéndum sobre la Monarquía, también me sumaría a un más justo sistema electoral y a la reducción o adelgazamiento de estructuras u organismos.
El Partido Popular en su programa electoral sí anunciaba como objetivo delimitar «con precisión las competencias de las distintas administraciones para evitar duplicidades de gasto o la demora en la atención de las necesidades de los ciudadanos». Bien. De eso se trata, pero la reforma de las administraciones públicas va lenta. Solo parece que se logrará una cierta homogeneización de sueldos de alcaldes y concejales, así como sobre el número de asesores. Y eso que el mismo documento del PP afirmaba que «nunca se ha registrado un grado tan elevado de desconfianza hacia la política; nunca ha sido mayor el escepticismo de los ciudadanos frente a sus gobernantes. La política debe ser parte de la solución, no del problema». Perfecto. Y si hasta ahora hemos ido a velocidad de vértigo en recortes para los ciudadanos, no estaría de sobra ese ritmo también para cuestiones que tienen que ver más con la política que con el servicio a la ciudadanía. ¿No les parece?