En estos tiempos de crisis abundan los menús en establecimientos hosteleros a precios realmente competitivos. En muchos lugares se puede comer bien y barato, pero en el fondo lo que realmente nos gusta a los mortales es comer a la carta, elegir entre muchos platos e incluso optar por aquellos en los que no figura el precio, ya que se cotizan según el mercado, que suelen ser los más caros y todo un signo de poderío gastronómico. Lo malo es que a la hora de pagar el dispendio no tengamos dinero suficiente. El problema del champán para todos es saber quién lo paga.
Lo del menú o a la carta viene a cuento del déficit de las autonomías. Esta semana hemos asistido a una rebelión por parte de destacados barones territoriales del Partido Popular contra la previsible decisión del Gobierno de Mariano Rajoy y su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, de permitir el descuadre de las cuentas de cada comunidad en función de las necesidades de financiación, las posibilidades que tengan de acudir a ella y su nivel de endeudamiento.
Los críticos dicen que no se puede favorecer a quienes no han cumplido ni han hecho los deberes, en perjuicio de los que se han sacrificado. Moncloa dice que la asimetría no supone una discriminación y pone el ejemplo de España como beneficiada por la Unión Europea, al haberse aceptado una relajación de nuestro déficit.
Es posible que estemos a las puertas de la confrontación entre autonomías, algo que la Constitución intenta evitar cuando apela a la solidaridad entre ellas. Sin embargo, se producen serias y graves desigualdades desde el punto de vista ciudadano a la hora de tener derechos y recibir, o no, determinados servicios. Lo peor es que puede producirse una grave fractura entre comunidades ricas y pobres. Desde las primeras ya se oyen voces que dicen que la culpa de sus males y su ruina se debe a lo que se llevan otras regiones. Ese discurso es sumamente peligroso. Permitir que se fomente sería una gran debilidad de todo el Estado y una válvula de escape para quienes tienen pretensiones soberanistas o independentistas.
Cuando estamos escasos de casi todo, especialmente de políticos de altura y sufrimos demasiadas crisis, cualquier tipo de egoísmo es fácil de que encuentre respaldo frente a la solidaridad y generosidad. ¿No les parece?