El accidente ferroviario ocurrido este pasado miércoles en Santiago de Compostela nos ha llenado de dolor ante la dimensión de una tragedia que se ha llevado la vida de casi ochenta personas. A la espera de conocer sus causas, lo que está claro es que el convoy circulaba a demasiada velocidad, 190 kilómetros por hora, cuando en esa fatídica curva en la que descarriló estaba limitada a 80.
Con el máximo respeto a las víctimas y salvando las distancias, permítanme que traslade eso de la rapidez a la actual escena política andaluza. De las no primarias exprés entre los socialistas para elegir a su candidata a la presidencia de la Junta, esta semana hemos asistido a otro capítulo acelerado, el anuncio en diferido de la dimisión de José Antonio Griñán, que se producirá a finales de agosto. Ello permitirá a Susana Díaz ocupar San Telmo, como muy tarde, a mediados de septiembre. Desde luego, todo un proceso vertiginoso para facilitar el relevo tanto en el poder en una comunidad autónoma tan importante en España como es Andalucía, como entre los socialistas de una región con tanto peso específico en su propia formación política.
Griñán se ha anticipado ante cualquier decisión judicial que le pueda plantear y perjudicar la jueza Mercedes Alaya por el caso de los ERE. No es lo mismo que se enfrente a una imputación como presidente autonómico que como senador, presunto próximo cargo que ocupará. No dejará la política, a pesar de que uno de sus grandes legados sea, si se cumple, la limitación a dos mandatos. De esa manera Griñán se blindaría si Alaya considera que hay indicios de delito y pasa el caso a la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
Su objetivo de mantener estable el gobierno andaluz lo está logrando, al menos por el momento, aunque la ciudadanía se encuentra un tanto atónita ante tanta velocidad. No puede decirse que falte legitimidad en este proceso, pero el cumplimiento de una hoja de ruta perfectamente dibujada por Griñán crea la sensación de que todo está demasiado cocido y previsto. Sin embargo, eso no es siempre presagio de que vaya a salir bien.
En España, un país de referencia en el sistema de alta velocidad ferroviaria, considerado como muy seguro, no nos esperábamos que se produjera un accidente con tan trágicas consecuencias como el de Santiago. En Andalucía, la palabra la tendrá a partir de ahora Susana Díaz y será a ella a quien habrá que juzgar por su comportamiento. ¿No les parece?