Ya tenemos presidenta de la Junta de Andalucía y un nuevo Consejo de Gobierno que presidirá a partir del martes Susana Díaz Pacheco. La transición exprés se ha culminado. Lo que será un nuevo liderazgo, una etapa de cambio y tiempos distintos se deben demostrar, como el movimiento, andando. Ingredientes no faltan. Expectativas puede haber muchas o pocas, positivas o negativas, pero lo más oportuno es esperar, al menos, los cien días que se otorga a cualquier político para ser enjuiciado.
Esto de los cien días en política se le atribuye al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, quien puso en marcha en 1933 el llamado «New Deal» (»nuevo trato»), su programa para luchar contra los efectos de la Gran Depresión iniciada con el Crack de 1929. Promulgó más de una docena de leyes y numerosas medidas económicas intervencionistas, con fuertes inversiones en obras públicas, destinadas a frenar el gran desempleo existente entonces.
Roosevelt no acabó con la crisis, ni mucho menos. La economía estadounidense no remontó hasta que el país se movilizó en la Segunda Guerra Mundial, pero consiguió una serie de avances sociales muy importantes, muchos de los cuales todavía perduran. Les recuerdo esta historia, porque fue precisamente la hoy ya presidenta andaluza quien ha intentado transmitir un cierto «New Deal» con su llegada al poder. Esta semana y en su discurso de investidura se ha referido insistentemente a un «nuevo tiempo”, «una nueva política».
Sin duda es la hora y el tiempo de Susana Díaz. Conocemos muy bien al PSOE de Andalucía, así como el pacto de gobierno con Izquierda Unida. Ahora, desde la presidencia de la Junta, con un nuevo equipo de consejeros elegido a su medida y con plena libertad, su liderazgo, su impronta, pueden marcar diferencia con sus antecesores.
La implacable y radical lucha contra la corrupción es como el valor en los militares, algo que se supone. En caso contrario, cualquier regeneración, también imprescindible, resultaría imposible. Es fácil decir muchas cosas, anunciar, prometer o dedicarse a los gestos. Lo complicado es cumplir y hacer, especialmente en tiempos de dificultades, como los que desgraciadamente vivimos, con el vergonzante paro que nos azota.
La presidenta de la Junta será objeto de una permanente observación en su labor de gobernar para todos los andaluces. Tiene en su mano, y parece que ganas, esa posibilidad de cambio, acercamiento de la política a la ciudadanía, transformar los modelos económicos, lograr una eficaz gestión y otras tantas cuestiones. En definitiva, la mejora de Andalucía. Ojalá que lo consiga. ¿No les parece?