La presidenta Susana Díaz ha celebrado esta semana su primer consejo de gobierno. Ha apostado por renovar y mantener a unos hombres y mujeres de aparente solidez política en el ámbito de su partido, personas de cierta peso y trayectoria, responsabilidad y experiencia, con garantías de que cumplirán su papel sin desatinos, lejos de estridencias y actuarán como valores seguros. Para arriesgar y dar imagen de juventud es suficiente ella, diez años menor que la media de su equipo.
Ha optado por un equilibrio territorial, al estilo de Manuel Chaves, con lo que Granada ha recuperado la presencia de un consejero y Almería carece de representación, tónica muy habitual desde que existe la Junta y algo que quizá explique que los socialistas no gocen de un mejor posicionamiento en esta provincia. La dirección socialista en Jaén parece que ha limado asperezas y su carácter crítico al conseguir otro miembro del ejecutivo autonómico.
Junto al debut de este equipo, se ha producido otro aparatoso reestreno. Me refiero a un nuevo capítulo en la actuación de la jueza Mercedes Alaya en el caso de los ERE. Su auto ha levantado gran polémica, diversidad de opiniones políticas y jurídicas, pero ciertamente un cataclismo al conocerse a la misma hora que se celebraba la toma de posesión. El nuevo gobierno se ha visto empañado por los ERE.
Hace ya falta que la magistrada concluya su trabajo y eleve los motivos fundamentados de la implicación de quienes son aforados, para que sean los órganos judiciales competentes, el Tribunal Supremo y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, los que procedan a las imputaciones. De momento, a esperar el recurso de la Fiscalía Anticorrupción que ha puesto en solfa esta actuación de Alaya.
Díaz se ha desprendido de quienes podían tener algo que ver con este escándalo. Intenta no verse salpicada con nada que suene a corrupción, pero por desgracia estos casos dañan al sistema democrático y afectan a toda la clase política. La oposición, gozosa al ver en apuros a sus adversarios, mantiene la presión a sabiendas de que no ha empezado la carrera hacia las urnas y, por tanto, no necesita candidato. Muy al estilo de Mariano Rajoy, el PP no quiere que nadie le marque los tiempos, por lo que parece que hasta dentro de unos meses no conoceremos la designación. No parece probable un adelanto electoral, pero a pesar de eso la duda es si tendrá que improvisar o dispondrá de suficiente tiempo para que su candidato se trabaje toda Andalucía. ¿No les parece?