La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se acercó esta semana a Jaén para presidir la reunión de diputados y senadores de esta comunidad y almorzar con los secretarios generales provinciales. Les lanzó un buen fervorín. Tienen que levantar el ánimo, las cosas van a mejor y deben recuperar la confianza ante la ciudadanía. Prioritario era salir a la palestra, vender los Presupuestos Generales del Estado y apoyar al Gobierno de la nación en su circunscripción. «Son los mejores posibles y no hay dinero para más». Pero a su juicio, en Andalucía de lo que hay que hablar permanentemente es de los ERE. Lógicamente, el apellido Bárcenas ni estuvo por allí ni se le esperaba.
La segunda parte del encuentro, que podía ser la más interesante, defraudó a quien esté interesado en conocer el nombre del próximo candidato popular a la Junta. Ni tan siquiera se salió de la reunión con una fecha concreta en la que los designios de la todopoderosa dirección del partido se manifestará al respecto. «A nosotros nadie nos marca la agenda», dijo Cospedal. Desconozco si los prohombres del PP andaluz salieron más calmados o preocupados.
Tampoco se escucharon voces discrepantes sobre la labor opositora frente a los socialistas. Sin embargo, esta semana hemos tenido también ocasión de percibir que quizá la oposición del PSOE de Andalucía no sea el PP, sino esté en su propio gobierno. Me refiero al papel de Izquierda Unida y el visible desajuste que hemos presenciado entre los dos socios, después de conocer los Presupuestos Generales y encarar los autonómicos.
Si la presidenta Díaz anunció que no habría subida de impuestos, incluidos empresariales, IU insiste en crear uno para las grandes superficies y otro para bebidas azucaradas, pero lo llamativo ha sido lo expresado por su portavoz, José Antonio Castro. «Ya está bien», dijo tras el anuncio por parte de la consejera de Hacienda, María Jesús Montero, de previsibles recortes y el mantenimiento de los ya realizados a los salarios de los trabajadores públicos, a la vista del descenso de 1.200 millones procedentes de la Administración central y el objetivo de cumplimiento del déficit. Más sorprendente fue que Castro se atreviera a afirmar que hay «demasiada grasa en la Junta», algo que suscribimos muchos.
Los presupuestos en Andalucía son cosa de dos en un gobierno bipartito. Eso está claro. Lo que hace falta saber es si se ha encendido una mecha de imprevisibles consecuencias o queda en mero fuego de artificio. De la presidenta Díaz y su fulgurante irrupción en la política nacional habláremos otro día. ¿No les parece?