Esta semana hemos conocido a la nueva secretaria regional de la Unión General de Trabajadores de Andalucía, Carmen Castilla, quien ha sido elegida entre los dirigentes de su sindicato para sustituir al dimitido Francisco Fernández Sevilla, tras difundirse los casos de corrupción interna. Se ha criticado que formara parte del anterior equipo y se haya optado por seguir el modelo de Susana Díaz, como hicieran los socialistas. Cierto es que ambas son mujeres jóvenes que pueden representar un nuevo estilo e imagen, son organizaciones hermanas, totalmente independientes pero con muchos afiliados con doble militancia. Aunque haya distancias entre un caso y otro, las dos quizá coincidan y tengan como uno de sus primeros objetivos la recuperación de credibilidad y confianza de las respectivas instituciones que encabezan. Imagino que serán conscientes de la desafección ciudadana ante la política, el problema que supone la corrupción y que luchen por evitar la repetición de los escandalosos casos que han salido a la luz pública, además de gestionar en la difícil situación actual.
Como crítica a Susana Díaz también hemos oído que ya sobran sus brillantes discursos y que lo hace falta es que actúe. De las declaraciones a los hechos es a lo que precisamente ella misma se refirió este miércoles, en un multitudinario desayuno informativo celebrado en Sevilla. Y detalló, entre otras, actuaciones e iniciativas parlamentarias o de gobierno, como la puesta en marcha del instituto de crédito público para lograr financiación, la ley para reducir las trabas administrativas a la hora de crear empresas o la conversión de subvenciones en incentivos. Insistió, en definitiva, en la necesidad de crear empleo y reorientar el modelo productivo andaluz.
No pongo en duda ese trabajo de la presidenta de la Junta. Es imprescindible, junto a la total transparencia que también citó, pero creo que todavía no se percibe lo suficiente, quizá en la misma línea de los indicios de recuperación que pregona Rajoy y que todavía no llegan a la mayoría de españoles.
Lejos de Andalucía, me llama la atención la manifestación celebrada ayer en Bilbao. Habrá sido legal pero también vergonzante si lo único que se consigue es el apoyo para quienes no han sido otra cosa que asesinos. Todos estamos por la paz y convivencia, pero el silencio en la convocatoria también debe interpretarse como apoyo y solidaridad con las víctimas. Y de ese silencio hará falta pasar a las palabras, que los terroristas pidan perdón, y a los hechos, con la entrega de las armas. ¿No les parece?