El pasado martes, al final, fue un día importante para el PP de Andalucía. A primera hora de la mañana, Juan Manuel Moreno Bonilla recibió la llamada de Carlos Floriano, vicesecretario general de Organización de su partido. Le comunicó que debía ser el candidato, el elegido para ser el presidente de la formación política en esta comunidad autónoma y, lógicamente, aspirante a la presidencia de la Junta en las próximas elecciones autonómicas. Desconozco en nombre de quién hablaba Floriano y qué respaldo le ofreció a Juanma Moreno, pero no creo equivocarme si puso en su boca el nombre Mariano Rajoy.
Estamos, por tanto, ante una ‘marianada’ de considerable dimensión. Entiendo el término, para nada ofensivo, como calificativo de su singular forma de actuar. Le encanta ejercer de gallego, que no se sepa si sube o baja la escalera. Disfruta si logra desconcertar en el último minuto y que no le den todo resuelto, porque tiene y quiere demostrar su criterio y sus aciertos fruto de la perseverancia.
Salvo el primer empujón digital de Aznar, Rajoy se ganó a pulso ser inquilino de la Moncloa. Tuvo que imponerse a muchos dirigentes de su partido que cuestionaban su liderazgo. No se le olvidarán los ocho años en la oposición a Rodríguez Zapatero, la travesía desértica en la que contó con escasos apoyos. Muy pocos barones regionales le mostraron lealtad. Solo contó con el valenciano Francisco Camps, que ahora ni está ni se le espera en política, y Javier Arenas, que persiste y se resiste a abandonar la primera línea. Precisamente, el andaluz es prácticamente el único miembro de la misma generación de Rajoy que tiene influencia en él, quizá gracias a una relación sumamente trenzada en aquellos años de frente antizapateril.
A esa estrecha amistad y confianza que tiene con Arenas, aderezada por otra de las características propias de la ‘marianada’, que es no aceptar ni someterse a presiones, ni en tiempos ni en formas, hay que sumar el equilibrio de poderes que tanto le gusta a Rajoy en su entorno. María Dolores de Cospedal sale muy mal parada de este episodio –habrá que esperar sus consecuencias– frente a Soraya Sáenz de Santamaría.
Del papelón de algunos, como el de Juan Ignacio Zoido o José Luis Sanz, y algunos más damnificados también quedarán secuelas, pero el tiempo lo cura casi todo, porque quien no se sale del tiesto es recompensado. Además, el partido que se encuentra Moreno Bonilla es el mismo –ahí están los presidentes provinciales– que dejó cuando no se marchó Javier Arenas. Lo tiene fácil el joven malagueño. El PP pasa por ser absolutamente disciplinado. Otra cosa es que a este nuevo candidato se le medirá respecto a su antecesor Arenas, si gana o no las elecciones. Otra cosa es que gobierne. ¿No les parece?