Mañana lunes contemplaremos el primer cara a cara entre la presidenta de la Junta, la socialista Susana Díaz, y el flamante y nuevo líder del Partido Popular de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Se encontrarán en el palacio de San Telmo, sede del poder ejecutivo en nuestra comunidad autónoma.
Visualizaremos ya a un líder de la oposición, porque hasta ahora la emergente Susana Díaz ha sido capaz de ocupar todos los espacios políticos a su alcance, no sólo en Andalucía sino también en España. El ‘efecto Susana’, fruto de una transición perfectamente ordenada y diseñada por Griñán, ha conseguido que las bases de su partido se ilusionen después de más de treinta años de poder y que los dañinos efectos colaterales de los ERE estén encapsulados y etiquetados como pertenecientes a una etapa anterior. El grado de conocimiento que ha adquirido esta mujer, tan alto y en tan poco tiempo, no tiene muchos precedentes.
Juanma Moreno asume la dirección del PP-A después de una travesía del desierto ocasionada por el trauma de no gobernar pese a ganar. La militancia popular ha estado sumida en una cierta depresión, tratada desde Sevilla y Madrid con resultados ineficaces, especialmente por la demora en no colocar a alguien frente al tsunami que ha supuesto Susana Díaz. No se ponía orden ni concierto en el propio partido y encima, había que aguantar el chaparrón de las necesarias medidas de austeridad y recortes. Ahora se supone que el escenario ha cambiado, estamos ya en plena recuperación económica y confían en que los esfuerzos darán sus frutos. Moreno Bonilla debe ejercer como presidente de una sólida organización política, con una maquinaria perfectamente engrasada y desarrollar su principal labor que no es otra que la de líder de la oposición.
El efecto Susana y el efecto Juanma están ya al principio de una larga carrera. Ambos presentan similares perfiles personales aunque les aleje una gran distancia ideológica. Sin ocupar escaño en el Parlamento de Andalucía, el trabajo de este hombre y la labor crítica que desarrolle, sea constructiva, blanda, dura, de colaboración o confrontación, tienen como principal objetivo habitar ese palacio de San Telmo. Mañana gozará de la ocasión de tomar medidas y ponerse a trabajar para que tras las próximas autonómicas, me temo que sin muchos adelantos, sea su nuevo inquilino. Habrá que esperar y ver esos efectos, sus consecuencias y, lo más importante, el veredicto de las urnas. ¿No les parece?