El próximo domingo los casi 200.000 militantes del PSOE están convocados a las urnas para ‘elegir’ a su secretario general. Ya saben que la carrera la disputan Pedro Sánchez, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias. A la vista de los avales presentados por cada uno de ellos, parece que el ganador será el primero. Lo malo es que en este proceso se intuyen algunas sombras sobre las que es posible no haya luz. La primera es que la militancia no parece muy dispuesta a acudir a votar. La fecha tampoco lo pone fácil para quienes disfruten de vacaciones. Los socialistas con carné al corriente de pago de la cuota no pasan por su mejor momento, quizá padezcan una cierta depresión, no superada desde la derrota del 20 de noviembre de 2011. Solo los andaluces están satisfechos al mantener el poder en la Junta, a pesar de necesitar el apoyo de Izquierda Unida, y haber obtenido unos resultados menos malos en las elecciones al Parlamento Europeo que en el resto de España. En esta comunidad autónoma cuentan con un evidente liderazgo, el de Susana Díaz, y no ocupan la oposición como sufren el resto de barones territoriales, exceptuando también al de Asturias. Por ello, seguro que los socialistas andaluces votarán en mayor proporción que los demás. Algo que no se podrá criticar, ya que las urnas estarán abiertas para todos y acudirán quienes quieran.
Si a la baja participación se suma la fragmentación con tres candidatos, a quien gane se le puede criticar que lo ha logrado con un bajo respaldo aunque goce de toda la legitimidad. Un magnífico argumento para los adversarios políticos, pero sería más justo censurar a quien ha propiciado tal desaguisado.
Dos semana después se celebrará el congreso extraordinario en el que unos mil militantes refrendarán la elección. ¿Pero cómo lo harán, será por aclamación? Si no es así, adiós PSOE. Basta con que un delegado quiera pasar a la historia y pida una votación, porque habría que realizarla de manera secreta. Incluso, según los todavía vigentes estatutos, se puede presentar cualquier otro candidato en el mismo congreso si consigue los avales suficientes. En fin, riesgos que podían haberse evitado si el procedimiento que inició Pérez Rubalcaba, en vez de poner en marcha una dimisión en diferido, hubiera dejado el partido en manos de una gestora que convocara primarias abiertas. Su resultado sería inapelable y fortalecedor para que el ganador fuera refrendado después en un congreso extraordinario.
Porque lo de las primarias no hay ya quien lo frene. Y si no que se lo pregunten a Izquierda Unida en Andalucía, que ayer celebró unas un tanto improvisadas votaciones en las que hasta casi resultó difícil que apareciera algún rival para enfrentarse a Antonio Maíllo.
Pero lo mejor esta semana ha sido lo del PP y su interés en que ahora se elija a los alcaldes por votación directa, mientras el propio partido sigue con la fórmula de designar a sus candidatos por lo digital, a puro dedazo. Menos mal que en Andalucía quien así fue elegido ya se ha mostrado partidario de la participación de la militancia. ¿No les parece?