Cerramos una semana que nos ha conmocionado profundamente. Los actos terroristas y asesinatos ocurridos en Francia nos han rememorado lo que es y significa la barbarie del ‘yihadismo’. En España ha sido inevitable recordar los atentados del 11 de marzo de 2004, con casi doscientos fallecidos. No hay justificación alguna ante esta violencia, por mucha religión, ofensas y blasfemias con las que se quiera revestir. Sin duda, esa expresión del fanatismo islámico es el gran mal de nuestro tiempo, con el que no podemos ser nada tolerantes, ni siquiera neutrales. Todos somos víctimas, no pueden doblegarnos y debemos defendernos con el mantenimiento de nuestros principios, derechos y libertades con todo el peso de la ley.
Este terrorismo nos azota ahora cerca pero está presente también en lugares lejanos, incluidos países islamistas. Pretende imponerse sembrando el miedo, así como la pérdida de valores fundamentales en democracia. La convivencia dentro de la diversidad cultural y religiosa en las sociedades occidentales no será fácil con este tipo de actuaciones, ante la que no se puede caer en la histeria ni en la islamofobia.
Hoy domingo hay que viajar con el corazón a París, para sumarnos a la gran manifestación convocada por el presidente francés, como señal de solidaridad hacia las víctimas y repulsa del terrorismo.
Estos pasados días se ha hablado de otros viajes en nuestro país. Mariano Rajoy ha visitado Andorra para firmar un acuerdo con el fin de evitar la doble imposición, favorecer las relaciones comerciales e intercambiar información financiera. Con ello se evitará que el Principado sea refugio de fondos sin declarar, como presuntamente ha ocurrido con la familia Pujol, y me temo que de un elevado número de catalanes con posibilidades.
El otro viaje ha sido el anunciado por el vicepresidente de la Junta y miembro de Izquierda Unida, Diego Valderas, al Sáhara. La presidenta andaluza ha sido tajante y ha dicho que ningún miembro de su Gobierno (de coalición) acudirá a los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, que es lo que pretende Valderas, quien ayer mismo insistió en su empeño.
Parece razonable la postura de Susana Díaz cuando el viaje puede suponer una injerencia en las relaciones exteriores de España. Ella misma contó con pleno respaldo del Gobierno de España cuando en septiembre pasado visitó Marruecos, con el fin de reforzar vínculos económicos y empresariales. La diplomacia es materia sensible y no puede ser objeto de comportamientos caprichosos ni vaivenes políticos, sin que ello sea óbice para seguir apoyando en materia de solidaridad a los saharauis. No tiene sentido hacer política internacional desde una autonomía. Tampoco que un gobierno actúe por imposición de una minoría del mismo. Se ha abierto una nueva crisis en el seno del ejecutivo regional cuya consecuencia dejará heridos, vencedores y vencidos, con elecciones en el horizonte. ¿No les parece?