Últimamente, y en especial esta pasada semana, se escucha con profusión una palabra pronunciada por distintos políticos: estabilidad. Les cuento. En primer lugar, el PP ha puesto de manifiesto muy claramente lo que pretende ofrecer su partido para obtener los mejores resultados en las urnas. Tratará de vender estabilidad a la hora de gobernar, como gran argumento de movilización y para evitar que sus seguidores se abstengan. Es el voto del miedo, y hay razones para ello, pero también hay que reconocer que la nueva fuerza emergente ha conquistado a indignados y desencantados que han pasado a la ilusión. Ayer en Sevilla su principal líder hizo una demostración de fuerza que no puede pasar desapercibida.
El espectro político se ha abierto sustancialmente y parece claro que las mayorías absolutas no llegarán con facilidad este mes de mayo. En los municipios españoles a lo largo de la reciente historia democrática, y Andalucía es un claro ejemplo, la derecha no ha tenido oportunidad de gobernar si no era gracias a la mayoría absoluta. La unión de la izquierda lo ha impedido hasta ahora, pero tras los próximos comicios locales la cosa puede cambiar.
Este jueves la presidenta de la Junta de Andalucía también hablaba de estabilidad. Susana Díaz afirmaba que «mientras tenga estabilidad voy a intentar agotar la legislatura, pero nunca lo haré a cualquier precio». Se refería al referéndum previsto por los socios de IU para que sus bases decidan si continúan el pacto con los socialistas en junio, a menos de un año de cumplirse la legislatura. El acalorado viaje al Sáhara del vicepresidente Valderas se ha enfriado, por el momento, pero el hilo se tensa continuamente en la coalición y no es de extrañar que se rompa alguna vez.
Si hay distancia entre el PSOE de Andalucía e Izquierda Unida, lo que hace falta saber es la que existirá entre esta última y Podemos, o sus plataformas satélites en el caso de las grandes ciudades, sin descartar la fusión que algunos buscan. Además, hay otras dos fuerzas que también favorecen la ruptura del bipartidismo, como son Ciudadanos, en auge según alguna importante encuesta, y Unión Progreso y Democracia, quizá con menores expectativas.
Es posible que nos encontremos con minorías mayoritarias que tengan que gobernar sobre la base del pacto, la negociación y el consenso. «El aquí mando yo y se hace lo que yo diga» que ha caracterizado a algunos dirigentes no sería malo que quedará atrás. El gobierno lo es de todos y para todos los ciudadanos, incluidos los que voten a la oposición, sea del signo que sea. ¿No les parece?