Una semana después de la celebración de las elecciones andaluzas, con la victoria de los socialistas (35,4 por 100 de los votos), en su cota histórica más baja pero manteniendo el mismo número de parlamentarios (47) que en los comicios anteriores, Susana Díaz no tiene asegurada la gobernabilidad pese a ser el suyo el partido ganador.
Se da por seguro que en la primera votación para la investidura, prevista para finales del próximo mes de abril (apunto la fecha del día 30), el PSOE no conseguirá la mayoría absoluta. En segunda sesión le bastaría la simple, más votos a favor que en contra. Los cinco de IU no son suficientes, lo lograría con la abstención de uno de las otras tres formaciones parlamentarias: populares, Podemos o Ciudadanos, para a continuación formar gobierno, que se presume monocolor socialista.
No parece que lo tenga fácil a la vista de los encuentros que mantuvo este jueves la presidenta en funciones y candidata con los cuatro líderes de las fuerzas parlamentarias. Tanto Mariano Rajoy como Juanma Moreno señalaron en repetidas ocasiones durante la campaña que debería gobernar la formación ganadora, pero ahora se aferra el PP a que el PSOE firme un pacto en el que acepte que gobiernen las listas más votadas en las municipales.
El PP, inmerso en el duelo por el resultado tan adverso, también el peor (26,7 por 100 de votos y pasar de 50 a 33 escaños), está dispuesto a plantar cara. Desde Génova se dijo el lunes que no hay que extrapolar, que en las municipales será distinto y habrá un escenario más favorable por la fortaleza de sus alcaldes (también habrá que resten), pero es verdad que sin mayoría absoluta los populares lo pueden tener complicado. La presión municipal es un clamor en el PP. Es lógico, donde tiene más poder, presencia y cargos es en ayuntamientos y diputaciones. Y ahora se trata de alejarse de cualquier castigo para Rajoy.
Soy partidario de que gobierne la lista más votada, salvo excepciones tasadas, pero aprovechar este momento como si se tratara de un chantaje para su implantación no tiene sentido. No se trata de un problema en Andalucía sino una cuestión de Estado, sobre la que se necesita consenso, no imposición, ni hay que ir contrarreloj. Incluso se debería abordar dentro de una gran reforma en la que se permitan listas abiertas o un sistema electoral más justo para las minorías que el actual.
Tendría gracia que acabáramos con la repetición de unas nuevas elecciones en Andalucía. El error, inmenso error, sería comparable a las consecuencias que tuvo para la UCD su postura sobre el referéndum del 28 de febrero, que permitió al PSOE envolverse en la bandera andaluza y abrazarse al poder, del que todavía nadie le ha desplazado.
Puedo entender que partidos neófitos, como Podemos o Ciudadanos, intenten diferenciarse y distanciarse del bipartidismo, pero que el PP quiera demostrar que el PSOE no tiene suficiente estabilidad es muy arriesgado si al final los andaluces tenemos que volver a las urnas. Plantear a Susana Díaz que elija entre pacto o muerte no tiene mucho sentido, salvo como una mera estrategia para anestesiarse ante el dolor, porque ya vamos con retraso para tener un gobierno que debe ser de todos los andaluces. ¿No les parece?