La detención de Rodrigo Rato ha provocado extraordinarias secuelas relacionadas con los entresijos del Partido Popular y el Gobierno. Para determinados círculos es mucho más importante saber quién fue el filtrador de la noticia y quién llamó a las televisiones que saber el grado de responsabilidad, inocencia o culpabilidad del propio Rato. ¿Qué mano mece la cuna en este golpe tan duro para la imagen del PP, a qué oscuros intereses obedece que se haya producido en este momento y de esta manera? Tiene que haber un beneficiado en esta maniobra. Algunos piensan que se trata de una conspiración en toda regla contra Rajoy, cuyo fin es iniciar el mecanismo sucesorio.
Esperanza Aguirre, otro icono del PP, ha rememorado esta semana una célebre frase pronunciada por el que fuera canciller alemán Konrad Adenauer: «Hay enemigos, enemigos a muerte y compañeros de partido». Respondía así al ser preguntada por las filtraciones del caso Rato y, otro nuevo, el de Federico Trillo y Vicente Martínez Pujalte sobre supuestos cobros irregulares en sus despachos profesionales como abogados cuando ocupaban escaños en el Congreso.
Comparto lo de las amistades peligrosas internas en las organizaciones, pero no me sumo a esos cenáculos de la Villa y Corte y círculos donde las teorías de la conspiración forman parte permanente del paisaje, cada uno cree estar más informado que nadie, tener los mejores datos y ser capaz de ofrecer la conclusión al anticipar los hechos de lo que ocurrirá. A veces las cosas son bastante simples y casuales. En cualquier caso no se trata de culpar al filtrador cuando existen presuntas irregularidades cometidas por personajes relevantes. No es cuestión de matar al mensajero sino que juzguen los ciudadanos comportamientos como el que un diputado, aunque esté en la oposición, cobre cinco mil euros al mes por asesoramientos verbales a una empresa que se dedica fundamentalmente a la obra pública en una comunidad autónoma gobernada por su mismo partido. Es aquello de la ética y estética.
Y se cierra la semana con el anuncio de la retirada de la política de Manuel Chaves al término de la presente legislatura, después de que su sucesor en la presidencia de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, se expresara en el mismo sentido días antes. Ambos están en el ojo del huracán de cara a la investidura de Susana Díaz. Griñán lamentó que la política se haya convertido en un «juego de escaramuzas». A la vista está que es así, pero la culpa es de quienes han prostituido lo que debía ser una noble dedicación con vocación de servicio público, no en beneficio personal, aunque no sería justo generalizar. ¿No les parece?