La presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, no ha logrado el objetivo de ser investida, al contar solo con el respaldo de su propio partido. El resto de formaciones han optado por posicionarse en contra, por el bloqueo. Acusan a la candidata de ser inflexible y de haber sido ella misma quien ha creado esta situación con el anticipo electoral.
Si se tachó a Susana Díaz de oportunista, ahora se puede recriminar lo mismo a quienes mantienen la postura de impedir la gobernabilidad de cara a no quedar marcados ante los próximos comicios del día 24. La legalidad permite ambos comportamientos, con la pirueta incluida de ir otra vez a las urnas de persistir todos en sus mismas posiciones.
La negociación y los pactos no parecen estar muy arraigados entre los usos y costumbres de nuestros políticos. Las actitudes personales son las que pesan a la hora de llegar a acuerdos, en los que siempre hay que ceder, pero parece que aquí carecemos de esa cultura, al igual que nos falta ver que se produzcan dimisiones cuando los resultados son adversos, como hemos podido comprobar al día siguiente en el Reino Unido. Sobre el estrepitoso fracaso de los sondeos allí realizados, mejor pasamos de puntillas.
El próximo jueves habrá una nueva votación en el Parlamento de Andalucía. Todo parece indicar que nadie se moverá para no salir retratado. El PP no puede traicionar ahora a gran parte de su electorado si apoya a los socialistas, incluso puede apelar a la estabilidad aunque no la favorezca; Ciudadanos perdería también a muchos votantes procedentes del Partido Popular si hiciera lo mismo, mientras Podemos quiere marcar distancias del PSOE y monopolizar la izquierda. No se trata de que gobierne la lista más votada, aunque antes se haya preconizado, porque eso puede no ocurrir tras las municipales, especialmente en las grandes capitales andaluzas, hasta ahora gobernadas por el PP. Esa es la clave.
La investidura se ha metido en la campaña. Lo que suceda en muchos ayuntamientos andaluces marcará el rumbo o no de otras elecciones en septiembre. Los pactos están por ver pero eso dependerá antes de lo que hagan los ciudadanos con sus papeletas en dos semanas. El resultado expresará la voluntad soberana y popular, los partidos deberán interpretarla y ahí me temo que muchos no están acostumbrados a tocar cierta música y desafinarán. La suerte está casi echada. ¿No les parece?