Cada pueblo –se dice– tiene el gobierno que se merece, pero en democracia sabemos que es fruto de la voluntad popular expresada en las urnas y los resultados tienen que ser respetados por todos. El pasado domingo los andaluces tuvimos oportunidad de elegir a nuestros representantes municipales. Ha pasado una semana, tiempo para digerir los números, salir del duelo o aflojar la euforia, mientras la corrupción no cesa, con la detención del delegado del Gobierno de Valencia, por su gestión en adjudicaciones como consejero autonómico; un alcalde –el de Valladolid– es inhabilitado por desobediencia a la justicia; el PP tiene que pagar una fianza como responsable civil de 1,2 millones por la supuesta ‘caja B’ en su contabilidad y se embargan las sedes de Convergència. El escenario con el que nos encontramos es más o menos el esperado, especialmente la pérdida de tanto poder territorial del que disfrutaba el Partido Popular. No revalidar mayorías absolutas le ha supuesto un gran descalabro, aunque tenga el mérito de haber obtenido más número de votos en España. El sólido bipartidismo se ha agrietado sustancialmente, aunque los socialistas sigan siendo la segunda fuerza mayoritaria, primera en Andalucía.
Ahora hay que gobernar o ejercer la oposición. En menos de dos semanas se constituirán nuestros ayuntamientos y entonces las dos fuerzas emergentes tendrán que pronunciarse. No lo tienen fácil. Son varios los escenarios posibles para que Ciudadanos y Podemos aparezcan de una manera u otra en las fotos, incluso de perfil. Se juegan mucho. Si han venido para quedarse deben interpretar el sentimiento de quienes han depositado su confianza en ellos. No pueden hacer seguidismo sino hacerse valer y distinguirse por ser receptores de votos útiles. Es verdad que el objetivo político es el poder y gobernar, pero en la oposición no sólo hay que oponerse y enfrentarse. Además de controlar se puede construir.
Quizá haya llegado el tiempo en política de reinventarse, ya no digo nada de la imprescindible regeneración de los grandes partidos, sino de buscar espacios comunes para el entendimiento, la negociación y el acuerdo. De pactos no quiero hablar porque me temo que en los próximos días esa palabra nos saldrá por las orejas, se utilizará como arma arrojadiza o formará parte de trueques y hasta chantajes.
Estará presente un factor importantísimo, las elecciones generales del próximo noviembre. Tienen que ganar votos de aquí a noviembre. Hasta ahora siempre han marcado tendencia las municipales previas, pero en estos nuevos tiempos tan volátiles algunos pueden encumbrarse y otros quizá den un paso al frente delante del precipicio. ¿No les parece?