No vale eso de que los dineros públicos no son de nadie. Son de todos. Gran parte de la gestión política y funcionarial consiste no sólo en ejercer la simple práctica de gastar o pagar sino hacerlo de acuerdo a la legalidad vigente y con los controles necesarios para que nadie se aproveche de lo que no le corresponde.
Este jueves conocíamos las resoluciones del magistrado instructor del caso de los ERE en el Tribunal Supremo sobre la actuación de los aforados investigados judicialmente. Salvo para María del Mar Moreno, para quien pide el archivo, ve indicios de prevaricación administrativa en los ex presidentes de la Junta de Andalucía y también del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán (que decidió recientemente renunciar a su escaño en el Senado), así como en el ex consejero Gaspar Zarrías, mientras que al también ex consejero José Antonio Viera le añade un presunto delito de malversación. Si para los primeros la pena máxima que se contempla es de diez años de inhabilitación, para el último sería de hasta ocho de prisión.
Viera ha optado por mantener su acta de diputado, pasarse al grupo mixto y abandonar la militancia socialista. Chaves y Zarrías también siguen como parlamentarios nacionales, al menos por el momento, aunque el máximo dirigente de su partido, Pedro Sánchez, hablara de «salida inmediata en los próximos días». Veremos.
Las fuerzas políticas hacen ejercicios de honradez y cada vez ponen el listón más alto. Antes decían que no había que dimitir mientras no hubiera condena, después que hasta no abrirse juicio oral y ahora estamos en la famosa imputación. Pónganse de acuerdo y no lo utilicen como arma arrojadiza para el adversario.
Imputación que, de producirse, haría dimitir a la directora de la Alhambra y el Generalife, envuelta junto a otros altos cargos del patronato y un interventor de la Junta en un caso que arranca en un presunto fraude a Hacienda de dos empresarios que explotan el servicio de audioguías en el monumento.
Hay demasiados ejemplos de corrupción que han llevado al enriquecimiento personal o a favorecer a terceros, pero en otros me consta que se trata de personas de honestidad irreprochable que se encuentran ante la Justicia. Y será ella, la que conocemos representada con una venda en los ojos y una balanza en la mano, quien valorará la culpabilidad o no, voluntariedad o no y el grado de responsabilidad. No hay otro remedio que confiar en ella. Lo malo es que haya habido también algunos de impunidad que todavía no han visto la luz. ¿No les parece?