Los ex presidentes del Gobierno son como un jarrón chino en un piso pequeño. Lo dijo Felipe González y se refería al gran valor que se supone que tiene pero nadie sabe dónde colocarlo y se espera en el fondo que alguien lo estrelle contra el suelo para acabar con un problema.
Este miércoles se reunían para cenar los tres anteriores mandatarios convocados por el actual para homenajear al Rey Juan Carlos con motivo de su onomástica. Rajoy señaló que se trató de un encuentro agradable y distendido, como no puede ser de otra manera entre personas educadas, pero las relaciones personales se rigen por demasiadas variables, en las que la química juega un papel fundamental. En general, los sucesores no suelen ser bien aceptados por los antecesores. La humildad suele brillar por su ausencia cuando se ostenta el poder y la rivalidad política en el juego gobierno-oposición deja muchas veces heridas que difícilmente cierran.
Don Juan Carlos, un año después de su ejemplar abdicación, se merecía este homenaje y otros muchos. Él mismo, a pesar de su papel de árbitro y moderador institucional, seguramente ha congeniado mejor con unos que con otros. Es natural. Incluso me temo que alguno de los asistentes a la cena mantiene una relación más cordial y fluida con quien se distancia ideológicamente que con quien pertenece a su mismo partido. Precisamente, Aznar se despachó bien el domingo pasado en una entrevista sobre lo que debe hacer el PP para ganar las elecciones. Toda una lección para Rajoy, quien este jueves tomó una medida significativa, anticipar este mismo mes de julio la bajada del IRPF que anunció para el año próximo. Y es que vienen elecciones.
En Grecia se celebra hoy domingo un referéndum exprés que condicionará de alguna manera su relación con Europa, la negociación de su deuda con un nuevo rescate, su continuidad, y el euro como moneda, o no. La legitimidad de la consulta popular es incuestionable, pero no me parece bien que se plantee como un plebiscito para un gobierno que lleva seis meses en el poder y que debería ejercer su labor con responsabilidad. Benjamín Disraeli, destacado estadista británico del siglo XIX, afirmó que un buen gobernante debe tomar medidas aunque sean impopulares.
Más cerca, en Andalucía, lastrada todavía por escandalosas cifras de paro, el nuevo ejecutivo de la Junta ha dado un fuerte impulso de transparencia, al publicar nuevos datos de los altos cargos y sobre contratos públicos. Algo imprescindible, porque de haber existido antes esta práctica quizá no se hubieran producido tantos casos de corrupción. Ahora los deshonestos empiezan a tener menos espacio en la política. Y eso está bien y es aplicable para que también los jarrones sean más transparentes en sus actividades privadas, porque posiblemente se les hayan abierto muchas puertas tras su paso por el poder. Desde luego, a unos más que a otros. ¿No les parece?