Hemos contemplado este jueves la inauguración del puente de la Constitución de 1812 en la bahía de Cádiz. Es una fantástica obra de arquitectura e ingeniería que revela la elevada categoría empresarial, técnica y profesional de la llamada marca España, con la salvedad de los aumentos en su coste y su retraso en la ejecución. La coyuntura de crisis no ha favorecido en absoluto, pero parece que esta infraestructura es necesaria sobre todo en una comarca que alcanza el 37 por 100 de paro, y eso que su propia construcción ha favorecido la creación de empleo, con un favorable impacto de creación de riqueza.
Esta infraestructura recoge varias simbologías que conviene poner de manifiesto. El propio nombre de La Pepa es sinónimo de la primera Constitución española, modelo de liberalismo democrático en aquellos tiempos, mientras que los puentes siempre aproximan orillas, salvan un accidente geográfico y significan unión. También hemos escuchado que la inauguración sería para Mariano Rajoy símbolo del final de este mandato. En su discurso el presidente del Gobierno señaló que el puente servirá para recordar lo que somos capaces de hacer los españoles cuando edificamos sobre pilares de entendimiento y concordia. «Las grandes obras –añadió– siempre necesitan de ese espíritu de cooperación, de unidad y de lealtad». Tampoco le faltó sensatez a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, cuando apeló a que «esta obra no es de nadie. Es de todos». El proyecto fue concebido en una anterior etapa de gobierno local pero impulsado por otro. Los trabajos se iniciaron bajo el mandato del PSOE en Madrid y se concluyen con el PP. Es el punto final a un empeño colectivo sobre la base de la solidaridad y la convivencia. Pero posiblemente haya quien no lo entienda así en Cataluña y vea un despilfarro esta construcción, siguiendo esa falsa consigna de «España nos roba», cuando olvidan por ejemplo que todas sus capitales gozan de AVE o que los que inspiran el independentismo han fomentado los recortes y han sido incapaces de mejorar su gestión de autogobierno.
No se ha maltratado a Cataluña. Otra cosa es que no se permitan privilegios. Hoy es el día de votar a los miembros de un Parlamento del que debe salir un gobierno para todos, en el que no caben imposiciones y cuyo presidente tendrá que respetar el ordenamiento constitucional vigente por el que será elegido. Lo que hará falta a partir de mañana serán más puentes desde la razón y la legalidad. ¿No les parece?