Los brutales atentados de París, con secuelas también este viernes en el país africano de Mali, han irrumpido con fuerza en el debate político español, enzarzado en unas elecciones generales que se presentan a priori como las que pondrán fin a un ciclo marcado por el bipartidismo. Habrá que despejar la duda sobre si estas nuevas formaciones vienen para quedarse o son algo efímero. Lo que puede acontecer en materia de pactos y gobernabilidad resultará fundamental. Si el reparto es a cuatro los espacios entre ellos se achicarán pero también cabe que al final de la partida, al agotarse la próxima legislatura, alguno desaparezca o se encumbre, fruto de sus errores o aciertos.
La respuesta a los atentados yihadistas ha provocado que unos partidos se hayan manifestado de manera más contundente que otros. Mientras Ciudadanos está de acuerdo en sumarse al pacto antiyihadista con PP y PSOE, Podemos se pone de perfil y mantiene una línea muy lejana, diferenciándose y mostrándose en contra de cualquier acción bélica por considerar que se trataría de una venganza. Algún destacado miembro del PP reclama que los que vienen de fuera deben renunciar a sus costumbres, «que se adapten o vuelvan a su casa». Exagerada postura. Lo que debe prevalecer, tanto para emigrantes como entre los propios nacionales, es siempre el cumplimiento de las leyes y perseguir a quien no se someta a ellas o las vulnere.
En España, por desgracia, sufrimos el azote del 11-M que segó la vida de 193 personas y provocó casi dos mil heridos. Aquellos atentados en los trenes de cercanías de Madrid se produjeron en vísperas de unas elecciones generales que se preveían fáciles para el Partido Popular, encabezado por Rajoy, después de que Aznar anunciara que no continuaría. Pero aquellos sucesos, de una manera u otra, con conspiraciones o sin ellas, hicieron que el resultado fuera distinto. La gestión de aquella crisis no favoreció al PP y lo pagó. Evidentemente no es la misma situación, pero este debate –como el de Cataluña– está en la calle. Las formaciones políticas y sus líderes lo saben. Sus pronunciamientos al respecto deben ser inequívocos. Sin duda, cualquier participación de tropas españolas en el extranjero necesita el suficiente respaldo en el Congreso de Diputados, por lo que no estaría de más que cada uno anuncie su postura ante esa posibilidad y se sepa a quién se vota. En una guerra, que es en lo que estamos, lo primero y fundamental es saber quién y dónde está nuestro enemigo, porque si no estamos muertos. ¿No les parece?