Metidos en la carrera a las urnas se abre otro debate, el de los debates electorales. Primero sobre el número de participantes, dos, tres, cuatro, cinco… Y luego los formatos, con alguna innovación, pero muy cocinada y alejada de lo que debe ser un cara a cara en vivo y en directo. Estamos acostumbrados a demasiados corsés, temáticas muy cerradas y tiempos cronometrados, sin dejar hueco a la necesaria improvisación.
Los candidatos se abren a otros modelos en los programas televisivos o como comentaristas deportivos en la radio. Buscan esa proximidad con la audiencia. Hablan de menos contenidos y poco programa, no vayan a equivocarse o luego no cumplan sus promesas. Quieren llegar por la vía de la imagen o del sentimiento. Que sea guapo un candidato o que te caiga bien no es mal argumento todavía.
Hemos visto a una vicepresidenta del Gobierno demostrar sus dotes para el baile. Es lo que toca. Eso de la participación y redes sociales hacen que vivamos un tiempo nuevo en la política. Pero me temo que tiene más de frase y postura que de solvencia.
Precisamente Soraya Sáenz de Santamaría será la encargada de sustituir a Rajoy en el debate a cuatro previsto con Sánchez, Rivera e Iglesias. Muy significativo, con lo trascendente que puede ser a la hora de la sucesión. Rajoy evita así varios aspectos importantes: uno que quien está en el poder tiene más que perder, otro es ser víctima de un todos contra él y, por último, evitar una imagen en la que los demás pertenecen a una generación bastante más joven. Lo malo es que puede pesarle la incomparecencia, el supuesto miedo a no medirse con sus rivales y, en definitiva, ocultarse a la ciudadanía. Convendría en esto de los debates, después de debatir, que se regularan para siempre. Sería menos estéril.
En lo que está fino Rajoy es en su posición de perfil egipcio sobre la ayuda militar a Francia. Hay que aplaudir el respaldo esta semana de otros siete partidos al pacto antiyihadista, del que se quedan fuera IU y Podemos, por mucho que los de Pablo Iglesias digan que están de observadores. Ya saben que creo que es mejor definirse.
Y para mala noticia la del preconcurso de acreedores de Abengoa, la única empresa andaluza que cotizaba en el Ibex. Lo que más falta hace en esta comunidad es creación de empleo y me temo que el panorama para sus más de siete mil trabajadores en Andalucía es delicado. Menos mal que estamos en vísperas electorales y nadie quiere cargarse con un mochuelo como este. Por lo menos de momento. ¿No les parece?