Estamos cerca de las elecciones generales. La memoria es flaca y solemos considerar lo último como lo más trascendente e importante, pero en esta ocasión estaremos ante una situación sin algunos precedentes en esta todavía joven democracia. Asistimos al previsible declive, en mayor o menor intensidad, de los dos grandes partidos mayoritarios que han gobernado. Al PP no le ha bastado su gestión económica y evitar el rescate, con una reforma laboral que ha dado resultados pero cuestionada por sus empleos precarios e inestables. La corrupción ha sido su lastre. Quizá peor a lo que deberá enfrentarse en el futuro con los casos judicializados todavía. Y soporta la critica por su aparente inacción a la hora de afrontar reformas estructurales en los propios ámbitos de las distintas administraciones públicas.
El PSOE sufre una travesía del desierto tras el breve liderazgo fallido de Pérez Rubalcaba, sustituido por Pedro Sánchez. A pesar de gozar de todas las bendiciones democráticas y participativas, como son las primarias, su situación no parece de gran fortaleza. Ciudadanos, con Albert Rivera, se abre hueco como tercera fuerza política –no me creo que desplace a los socialistas del segundo puesto– con unos vientos de frescura e ilusión capaces de conquistar a una parte importante del electorado, fundamentalmente entre los jóvenes. Su valentía a la hora de aportar soluciones les hace capaces de ser percibidos con posibilidades de llegar al Gobierno, al menos como llave que lo pueda permitir.
Podemos, surgido tras aquel fenómeno del 15-M ha aglutinado una amalgama de tendencias, dirigido por un pequeño grupo de profesores dotados de conocimientos teóricos pero experiencias poco recomendables, como sus contactos venezolanos. Han intentado ocupar el espacio de toda la izquierda, desde la radicalidad a la socialdemocracia, pero no han logrado romper propuestas inviables por su populismo. Eso sí, parece que han conseguido que Izquierda Unida, formación desde la que nacieron, se haya quedado prácticamente diluida y posiblemente al borde de su desaparición. La campaña, especialmente por la utilización de medios televisivos jamás antes desarrollados, ha pasado a tener ciertos aires de espectáculo circense, lo que ha podido provocar en una parte del electorado esa volatilidad de fijarse y quedarse con el que pasa el último.
Pero lo más llamativo es que el escenario tras el próximo domingo se presenta con gran incertidumbre a la hora de formar gobierno, que es de lo que se trata. Obtener más votos es importantísimo, pero la diferencias que puedan existir entre unos y otros serán también clave. Está claro que hoy hay más ofertas y elegir puede resultar más difícil. Ya saben que lo fácil no tiene mérito. ¿No les parece?