El Partido Socialista Obrero Español atraviesa una crisis, posiblemente la más grave de su reciente historia democrática, a la vista de los peores resultados que ha obtenido en las últimas elecciones generales, con noventa escaños. La irrupción de una fuerza por su izquierda, por muy populista que sea, ha roto muchas de sus costuras. El PSOE sólo aventajó a Podemos por poco menos de 350.000 votos y algo más de un uno por ciento. Pablo Iglesias quiere claramente desplazar y borrar del mapa a los socialistas, ocupar toda la izquierda tras hacer desaparecer a IU.
El mandato de Pedro Sánchez como secretario general socialista y líder de la oposición no se ha caracterizado por armar un discurso sólido ni lleno de argumentos. Además, ha cometido errores de bulto. Superar a Podemos no puede bastarle para avalar su continuidad. La celebración de un congreso federal cuando toque, coincidente en el tiempo con la investidura o no, tiene que interpretarse como una oportunidad para este partido, quizá la última. Sánchez no puede atarse a la silla de su cargo y que le sirva para presentarse de nuevo ante las urnas. Eso sería enterrar al PSOE. Ha fracasado en la ocupación de un espacio que tradicionalmente le ha servido para llegar al gobierno. Y es lo que tiene que hacer, recuperarlo con mensajes claros y rotundos.
En otro país estos resultados hubieran provocado la dimisión de Sánchez y la apertura de un periodo de renovación, en el que otra persona fuera capaz de incorporar ilusión ante su electorado. Los socialistas tendrán muchos defectos, pero la crítica interna la demuestran dentro y airean en los medios de comunicación.
Ante la endiablada situación en la que nos encontramos, parece probable un escenario de repetición de elecciones. No creo que ni Rajoy ni Sánchez puedan sacarse un conejo de la chistera. Los socialistas si quieren salir del pozo, evitar el ‘sorpasso’ de Podemos, como les ha ocurrido en grandes capitales y comunidades autónomas, deberán elegir a un dirigente y candidato distinto. Está en juego la hegemonía de la izquierda.
De nuevo aparece el nombre de Susana Díaz como la única figura con capacidad para ello. Otro tren que pasa para la andaluza y que deberá pensarse si lo aborda. En anteriores ocasiones dije que no era el momento, pero ahora debe subirse si quiere evitar que su partido corra el riesgo de desaparecer. Y también servir a este país, llamado España, para dotarle de la estabilidad necesaria aunque no tenga nada fácil llegar al gobierno. En el peor de los casos merecería la pena que fuera una leal líder de la oposición. Espero que en este año 2016 nos vaya a todos mejor, falta nos hará. ¿No les parece?