Si hace unas semanas me refería en estas líneas al noble arte teatral y las actuaciones políticas a las que asistimos, insisto hoy en el espectacular decorado que formaba parte de la entrevista entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Magnífico fondo de telón para visualizar un paseíllo prefabricado y guionizado para inmortalizar el momento histórico. ¿Pero dónde estamos? En la misma casilla de salida que hace más de cien días, salvo un pacto entre Ciudadanos y PSOE que sólo ha servido para una investidura fallida.
El calendario se agota y no hay que descartar nada. En política la anticipación es una baza fundamental, que Rajoy no ha sabido jugar pese a ganar las elecciones. De poco le vale ahora prometer jornadas laborales al estilo europeo, que acaben a las seis de la tarde, o el teletrabajo para paliar el vergonzante desempleo que padecemos. También le restan los datos conocidos esta semana sobre el incumplimiento del déficit público, a pesar de los logros conseguidos años anteriores.
La responsabilidad es de las gastosas autonomías, pero ya sabemos que el que reparte puede quedarse con la mejor parte. La culpa no suele encontrar autores.
Ahora se trata de cargar contra quienes nos conduzcan a la repetición de elecciones. Es fácil recurrir a las bases para que autoricen un posible pacto, que es lo que anunció ayer Pablo Iglesias, incluso el mismo Sánchez si hay cambios sustanciales. Es parte de la nueva política, dejar que unos pocos administren el gobierno de todos. Me parece un desdén este tipo de consulta tras unos comicios generales. Para eso que voten solo los militantes o los inscritos.
La crisis interna y las muy distintas almas en Podemos son evidentes, pero en el PSOE la falta de unidad, como insinuó ayer Susana Díaz en el comité federal, hacen que el socialismo se muestre sin un espacio propio y definido, lo peor ante el electorado. El retraso obligado del congreso socialista deja abierto un melón que se puede ir amargando. Mientras tanto, en el supuesto tripartito falta que Ciudadanos trague con un socio del que ha renegado permanentemente.
Hasta el próximo 3 de mayo hay plazo para evitar ir a las urnas. Posiblemente veamos más brillantes escenografías, en las que cada uno defenderá sus intereses, pero si fracasan no será admisible achacarlo a quienes votaron el 20D.
Es cuestión de ceder, como dicen algunos políticos, pero me temo que hasta límites insospechados y no planteados hasta ahora.
¿No les parece?