Hemos asistido, una semana más y llevamos demasiadas, a otro episodio de esta puesta en escena de la llamada nueva política, con la reunión tripartita entre Ciudadanos, PSOE y Podemos. La expectación era alta, como es habitual últimamente. Inmediatamente después de ella dos de los actores, los más centrados, se mostraron cautos y no quisieron mostrar resquicio alguno de distanciamiento ni de amarras rotas. Y en eso llegó Pablo Iglesias, al día siguiente, y habló que los socialistas están secuestrados y que los de Albert Rivera no pueden estar en el gobierno, mientras ellos mismos mantienen –pese a hablar de cesiones– el referéndum en Cataluña. Ya digo, volvemos a la casilla de salida en este juego tenebroso.
Nos acercamos al momento de la verdad, en el que las posturas son fundamentales. Hay que rentabilizar todo con el fin de llegar a las urnas de la mejor manera posible. Se dice que del amor al odio sólo hay un paso, pero creo que en política puede ocurrir lo mismo entre verdugo y víctima. No es lo mismo mostrarse todo un intransigente que como un mimoso corderito.
En esta obra tiene que participar la gente, término que designa simplemente a los que están inscritos en una página web. A ellos les corresponderá decidir si aceptan sumarse al acuerdo para un tripartito o no. Se busca ocupar la escena y vender el respaldo de unas supuestas bases, pero lo que me llama la atención es cómo no se pueden conocer los resultados de esa consulta que ha anunciado Podemos hasta dos días después de celebrarse.
Es tiempo de presentarse como el que lo ha intentado todo, se ha sido flexible y cedido, con lo que la culpa es de los otros. Aquí cada uno se juega no cargar con lo de provocar nuevamente unos comicios. Y ahí el desenlace es imprevisible. Ya saben, amigos lectores, que no me fío mucho de las encuestas, porque son una herramienta fácilmente de cocinar al gusto de variados paladares. De las urnas han salido resultados insospechados, que han borrado del mapa a más de un partido.
Demasiado espectáculo en esto de la nueva política, incluidas entrevistas con poca transparencia o a plena luz con dirigentes independentistas, con un mar de fondo que no cesa, el problema de la financiación autonómica. Mientras, alguno como Rajoy se aferra al fracaso de los demás y espera ver pasar el cadáver de su adversario.
De lo poco que me alegro es que salgan a luz papeles como los de Panamá, aunque sea precisamente en la misma semana que se abre el periodo de la declaración de la renta. Me parece que eso de que Hacienda somos todos no ha calado lo suficiente. ¿No les parece?