A varios políticos, buenos y malos, se les ha asignado el que tengan ‘baraka’, palabra árabe que viene a significar suerte providencial para quienes salvan situaciones muy problemáticas, extremas e incluso la vida. Mariano Rajoy puede tener grandes dosis de fortuna si llega a las próximas elecciones y encabeza un nuevo gobierno. No se lo ponen fácil.
Esta semana ha tenido que soportar dos episodios lamentables de sendos compañeros del PP. Uno ha renunciado a sus funciones en su propio Consejo de Ministros, incluso ha dejado el escaño y también la dirección regional del partido que ostentaba en Canarias, mientras a otro le han suspendido cautelarmente de militancia.
El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, era detenido y registrada su casa por la Policía. Lo mismo le ocurría a la concejala de Urbanismo, Isabel Nieto. En total, 16 arrestados, entre ellos técnicos municipales y constructores, y 28 entradas en domicilios, sedes de empresas y dependencias del Ayuntamiento. La ‘Operación Nazarí’, que dio la vuelta por toda España, se realizó en la más estricta legalidad ante los indicios de distintos delitos relacionados con la corrupción. Habrá sido excesivo el dispositivo pero si se requiere una rápida y simultánea actuación es inevitable.
El viernes, el ministro en funciones de Industria, José Manuel Soria, anunciaba su abandono de la política a raíz de descubrirse su presencia en los ‘papeles de Panamá’. Su compañero hasta unas horas antes y responsable de la cartera de Hacienda, Cristóbal Montoro, lo enjuició con rotundidad: «Quien haya operado en paraísos fiscales no puede estar en el Gobierno». De la misma manera, quien ha sido detenido y está inmerso en un proceso judicial abierto, no puede ser alcalde de una ciudad como Granada.
Sin duda, la presunción de inocencia es un derecho para cualquier ciudadano en un proceso judicial, pero en el ámbito de la responsabilidad política ellos mismos han acabado con ella por sus mutuos ataques. Es fundamental que la sociedad tenga confianza en sus cargos electos y en su gestión, sin la más mínima sospecha o duda. Peor aún es que se menoscaben instituciones democráticas como la Justicia con comparaciones a épocas franquistas. Es una desmesura esa reacción y todo un acto de cinismo ejercer el ataque como mejor defensa, para decirse víctima de una campaña o un montaje.
Recuerdo ahora que hace treinta años, en 1986, el entonces presidente de Castilla y León, Demetrio Madrid, fue encausado por una cuestión nada política, sino laboral y anterior a su cargo. Lo que hizo, para no dañar la imagen institucional y a su partido, fue dimitir. Tres años después salió absuelto. ¡Qué pena que aquella ejemplaridad no haya tenido continuidad! Son otros tiempos pero también me vienen a la memoria las inocencias que proclamaron a los cuatro vientos de personajes como Luis Roldán, Ruiz Mateos o el reincidente Mario Conde.
Rajoy no necesita compañeros como Soria, Torres Hurtado o Rita Barberá, por mucho que la valenciana se solidarice con el alcalde de Granada. Seguro que tiene distintos y mejores amigos. ¿No les parece?
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